Colegio, Iglesia y Cementerio de San Francisco Javier. Monterrey 1702-1815
En otras ocasiones y espacios virtuales se ha abordado el tema de la primera institución de estudios superiores que existió en el Nuevo Reyno de León. Es decir el Colegio Jesuita de San Francisco Javier que se estableció en Monterrey a principios del Siglo XVIII. Y que sería también el primer seminario. Sin embargo, creo que todavía queda mucho por descubrir en torno al Colegio y al trabajo de los Jesuitas en Monterrey. Junto al colegio se encontraba la Capilla de San Francisco Javier (Don Israel Cavazos, en uno de sus muchos e interesantes trabajos hace hincapié en no confundir esta capilla con la de San Francisco de Asís de los monjes franciscanos que, como es sabido, cerraba a la calle Zaragoza su paso hacia el lecho del Río Santa Catarina y fue demolida en 1914). La Capilla de San Francisco Javier, en vez, estaba ubicada en la esquina norponiente de las actuales calles de Morelos y Escobedo. En donde hoy está la farmacia Benavides. Junto a la capilla estuvo el colegio y el cementerio. Y es precisamente de este cementerio del que trata principalmente el documento PDF que comparto al final de esta entrada.
Desde 1704 hasta 1716 la mayoría de los difuntos de Monterrey debieron haber sido sepultados en el cementerio y en la misma capilla de San Francisco Javier. Esto fue durante el tiempo en que esta capilla hizo las veces de parroquia. Una vez que la iglesia parroquial volvió a ofrecer regularmente sus servicios religiosos y se suspendió la costumbre de sepultar habitualmente a los difuntos en la Capilla de la Compañía, se hizo necesario un permiso explícito de los superiores jesuitas para llevar a cabo los entierros en este sitio. Y únicamente los vecinos de mayor liderazgo social y nivel económico, fueron sepultados en él si era su voluntad y lo dejaban consignado en sus testamentos. Se entiende además que debían efectuar por sí mismo o mediante sus albaceas los trámites y pagos convenientes.
Es interesante analizar las 365 actas de defunción de los 13 años en que regularmente se llevan a cabo los entierros en ese cementerio y capilla. De igual manera, los datos de las actas nos hacen reflexionar en esa sacralidad de la que habla Israel Cavazos en su artículo sobre la Iglesia de San Francisco Javier. Cavazos escribe: “…los reineros… Consideraban sagrado el sitio en el que la capilla semiderruida se negaba a caer. Ahí estaban (y estarán todavía) sepultados el gobernador Francisco Báez Treviño, muerto en 1727; su esposa doña Catalina de Maya y el padre jesuita Ignacio de Treviño, su hijo. Documentos de la época y los libros de entierros del archivo de la catedral, registran otros sepulcros en la capilla. El del capitán Joaquín de Escamilla, "junto a la pila del agua bendita", por haberlo dispuesto así en su testamento, otorgado el 10 de enero de 1711. El de Alonso Muñoz, originario de Querétaro, muerto aquí en ese mismo año. El de doña Juana de Treviño y el de Antonia González, su nieta, muerta ella en 1724”.
Pero no son solamente los restos de personajes de liderazgo social los que hacen, según me parece, sagrado aquel lugar, sino los cientos de hombres, mujeres y niños que encontraron en este sitio su último reposo.
Es por eso que vale la pena considerar los registros de defunción de aquellos 13 años en los que la Iglesia de San Francisco Javier actuó activamente en la vida diaria de la ciudad de Monterrey. Las actas reflejan las causas de muerte. Algunas comunes: enfermedades, accidentes, vejez, la elevada mortalidad infantil típica de aquellas épocas, etc. Otras “extraordinarias”: como era el caso de morir en manos de “indios” “bárbaros” e “infieles” o ahogado. Estaban también aquellos, como ha sucedido siempre, que morían en su propia cama durante la noche, sin saber la causa.
Anónimo. Escena de la vida de san Francisco Xavier (El bautismo de los infieles) Oleo sobre Lámina. 29 x 37.3 cm S. XVIII Museo Nacional de Arte de la Ciudad de México.
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En el siguiente documento PDF desarrollo los datos cronológicos de estas 3 instituciones jesuitas (Capilla, Colegio y Cementerio) y analizo los datos de los 365 registros de defunciones asentadas en el libro respectivo durante los años que da servicio ese cementerio. Son precisamente estos registros específicos la constancia de un espacio histórico sagrado situado en el corazón de la actual avenida Morelos. Espero les sea de interés.