domingo, 11 de diciembre de 2011

Tonantzin de Guadalupe


Tonantzin de Guadalupe

El hecho guadalupano es un acontecimiento sorprendente en sí mismo, polémico desde su origen. Fray Bernardino de Sahagún en su Historia General de las Cosas de la Nueva España hacia 1576, al hablar de la principales idolatrías antiguas asociadas a “aguas y montes”, menciona algunas prácticas que, según él, conviene “requerirlas para ver lo que allí se ofrece”.  

Uno de estos montes, donde se practicaba  la  “idolatría” a  Tonantzin, se hallaba en la misma ciudad de  México y Fr. Bernardino dice: 
“…aquí en México, donde está un montecillo que se llama Tepeacac, y los españoles llaman Tepeaquilla, y ahora se llama Ntra. Sra. de Guadalupe. En este lugar tenían un templo dedicado á la madre de los dioses que llamaban Tonantzin, quiere decir nuestra madre: allí hacian muchos sacrificios á honra de ésta diosa, y venian á ellos de muy lejas tierras, hasta de mas de veinte leguas de todas éstas comarcas de México, y traían muchas ofrendas: venian hombres, mugeres, mozos y mozas á éstas fiestas: era grande el concurso de gente en estos dias, y todos decían; "vamos á la fiesta de Tonantzin": agora que está allí edificada la iglesia de Ntra. Sra. de Guadalupe, también la llaman Tonantzin, tomada ocasion de los predicádores, que á Ntra Sra. la Madre de Dios la llamaban Tonantzin. De donde haya nacido esta fundación de ésta Tonantzin, no se sabe de cierto; pero lo que sabemos verdaderamente és, que el vocablo significa de su primera imposición, á aquella Tonantzin antigua, y es cosa que se debia remediar, porque el propio nombre de la Madre de Dios señora nuestra, no es Tonantzin, sino Dios, y nantzin. Parece ésta invención satánica para paliar la idolatría bajo la equivocación de éste nombre Tonantzin, y vienen ahora á visitar á esta Tonantzin de muy lejos, tanto como de antes; la cual devocion también es sospechosa, porque en todas partes hay muchas iglesias de Ntra. Sra., y no van á ellas; y vienen de lejas tierras á ésta Tonantzin, como antiguamente".
En esta cita bien conocida se refleja la mentalidad del conquistador que veía idolatría satánica en todas las prácticas religiosas de los mexicanos. Una religión con sacrificios humanos y ritos extremos como comer la carne del sacrificado y aún vestir su piel por días, no podría estar inspirada sino por el demonio, según ellos,  y todo lo que recordara las antiguas prácticas debía ser erradicado.  

Ni apología hispánica ni elogio azteca, pero  ¿no fue acaso la conquista una carnicería satánica? A veces hasta siento pena por el pobre diablo, a quien queremos culpar de todos nuestros excesos sociales. 

Y con el tiempo aprendemos a pactar: Guadalupe y Tonanzin son la misma persona y si no ¿para qué han estado siempre esparcidas por el mundo las semillas del Verbo?  
Virgen de Guadalupe
Oleo sobre Tela por Jorge H. Elías

lunes, 28 de noviembre de 2011

Personajes Olvidados de la historia de México V La mujer indígena

La mujer indígena

No se puede decir que se trata de un personaje olvidado, más bien es un personaje nada reconocido aunque esté presente siempre. La mujer que por ser mujer e indígena es doblemente segregada, hecha a un lado. La encontramos pidiendo limosna, vendiendo cualquier cosa en las calles de las ciudades de México con el niño a la espalda. No habla, y si habla no la entendemos, porque no hablamos su idioma.

Marchade de Tortillas 1862
BIBESCO, Georges Au Mexique 1862 Combats et retraite des six mille  Paris 1887
La mujer indígena es la madre india de nuestra patria, nos dio su tierra, su cultura y su alimento: la tortilla que está en todas las familias mexicanas.

Según el censo del año 2010 en México 6.6 millones de habitantes hablan una de las 89 lenguas indígenas. Un poco más de la mitad de esos habitantes son mujeres. Según la INEGI “en Nuevo León viven 40,137 personas de 3 años y más que hablan alguna lengua indígena, este número significa 1% del total de la población.” La mayoría de estas personas habla también español excepto unas 104 personas. Los dos idiomas indígenas más hablados en el estado son Náhuatl y Huasteco. Y aunque en el mismo censo se especifica que son lenguas inmigrantes, la presencia de estos dos idiomas ha prevalecido en la región por largo tiempo. Algunos de los primeros habitantes seminómadas de Nuevo León debieron hablar idiomas ya extintos, entre ellos la lengua quinigua, otros quizá hablaron algún dialecto emparentado con la lengua huasteca, y los tlaxcaltecas, que fueron trasladados a varios pueblos de indios del Nuevo Reino de León en los siglos XVII Y XVIII, tenían por lengua el náhuatl. 


Otros idiomas registrados en el Estado por el censo, aunque con menos porcentaje de hablantes, son: otomí, zapoteca, mixteca, mazahua, totonaca, mazateco, mixe y maya.

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lunes, 21 de noviembre de 2011

Personajes olvidados de la historia de México IV El Lépero

El Lépero

Otro personaje olvidado de la historia de México es el Lépero. No puede haber un personaje más anónimo ni más público que éste en la historia patria. Creo que ni él mismo hubiera podido dar razón de su nombre si alguien se hubiera atrevido a preguntárselo. Sin embargo era conocido por todos en la ciudad quizá con algún sobrenombre, como sucede hasta hoy. Porque el lépero es ese ser urbano, de rasgos raciales indefinidos y pasado misterioso, como todos los vagabundos. Unos lo dibujan mestizo, otros, puramente indio, remanente de los apaches comanches.  Se dice que  es “la unión de lo peor de la raza española con lo peor de la raza azteca” e incluso hay quien dice que cuando Cortés llegó a México se sorprendió de la multitud de mendigos  de la capital azteca. Como quiera que sea todos coinciden en calificar al lépero  como la hez de la sociedad.

(Lepero) Vagabond
Litografia de Claudio Linati 1828
Costumes Civils Militaires et Réligieux de Mexique dessinés d’après Nature,
De las descripciones de este personaje que he visto por la web, la de un americano del ejército de intervención fue la que me pareció más original y aquí les dejo la traducción:

“Jueves abril 20 1848… Nadie puede dar razón de la ocupación del pobre lépero. Solo Dios sabe cómo vive o de qué vive. El siempre tiene tan poca necesidad de vestimenta como la que tenían Adán y Eva en el Jardín del Edén. Su piel bebe todo el sol por cada poro, y si un edicto requiriese a los léperos usar pantalones, se extinguiría su raza. Un lépero en un completo par de pantalones bombachos dejaría de ser un lépero, porque una cosa desplaza a la otra. EL lépero es enfáticamente un hijo de la naturaleza, el sol reluciente, la sonora briza, el rostro sonriente de la naturaleza son su prerrogativa y su propiedad. Otros hombres tienen caballos, haciendas y tierras. El lépero tiene al mundo. No tiene amo, ni leyes. Come cuando tiene hambre, bebe cuando está sediento y duerme donde y cuando le llega el sueño. Otros hombres descansan de sus trabajos. El lépero trabaja cuando se cansa de descansar. Su trabajo, como quiera, nunca dura más de una hora, con frecuencia solo unos 10 ó 15 minutos, lo justo para proveer los pequeños y escasos requerimientos del día. Carga un bulto como equipaje, y en él lleva todo lo que le cae en la mano, incluso billeteras robadas y extiende la mano por caridad. La principal ocupación visible del lépero es su propia diversión. Y en la ciudad de México, en tiempos de paz nunca falta la diversión barata. Hay revistas militares, procesiones religiosas y música, que le encanta oír al lépero; bailes, corridas de toros, carreras de caballos e iglesias, a las que el lépero es muy afecto y un asiduo visitante, porque al lépero le encanta oír un buen sermón. El lépero no tiene opiniones políticas; puedes decir cuanto te plazca en su presencia sobre su país y sus leyes. No le importa si insultas al General Santa Anna, al General Bustamante, Herrera o a Paredes. Mientras no digas nada ofensivo contra la Virgen de Guadalupe estás a salvo; pero en el momento en que tocas ese tema, va en busca de su cuchillo. Durante las horas del día es tan inofensivo como cualquier creatura viviente que camina bajo el sol de Dios. No atacará a nadie a la luz del día y hasta le teme a los borrachos, especialmente a los soldados borrachos, pero de noche el lépero no teme a nadie y particularmente a los soldados borrachos; éstos son a los primeros que atacará, clavando su daga en la espalda del hombre  se lanzará hacia su bolsillo  y si no encuentra gran cosa en él, lo deja tirado y herido, pero si encuentra algo de valor, o una gran cantidad de dinero encima, lo mata y lo pone fuera del camino”.[1]
Mexicaine en haillons  (mexicano en arapos) (1861-1880)
 Fotografía del Album of Mexican and French cartes-de-visite de Desmaisons,
Getty Digital Collection

Las ciudades crecieron y el desarrollo se implantó en ellas, los léperos siguieron allí pero no perdieron su empleo porque nunca lo tuvieron. 




[1] OSWANDEL, J. Jacob Notes of the Mexican War 1846-48 Philadelphia 1885 p. 533 ss. 

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Revista NODO


NODO

La sección de la Revista Digital NODO, Materia Prima, es un espacio dónde se publican todos los días trabajos de distintas disciplinas como fotografía, diseño, arte, ilustración, video, accesorios, grupos musicales, etc. 

Hoy publicaron algunos de mis trabajos. 
Se puede Acceder a la Revista aqui:




Agradezco a Benjamín Martínez, director creativo de la revista, por invitarme a participar.


lunes, 14 de noviembre de 2011

Personajes Olvidados de la Historia de México III Don Serapio, El Sereno

Don Serapio, El Sereno



Otro personaje olvidado, quizá no tanto como Trinidad el Aguador, es Don Serapio, el Sereno. Bueno, quizá no se llamara exactamente así, pero por ahí más o menos. De oficio “Sereno”,  o sea  “oficial” encargado del orden de las ciudades en México durante la noche. Por allí leí que los serenos comenzaron siendo una especie de voluntarios que cuidaban las calles, pero sin sueldo. Sólo recibían los donativos de los parroquianos a quienes hacía algún servicio. Esos servicios de muchos tipos: acudir a rescatar jovencitas acosadas, mujeres a punto de dar a luz, intentos o sospechas de robo, desórdenes, acciones para apaciguar a borrachos escandalosos, etc. Con el tiempo se les adjudicó un salario por parte de las alcaldías.


"Sereno
Wachman a Mexico"
Litografía de Claudio Linati 1828 [1]
El nombre SERENO les viene, como es sabido, porque al cumplir la más característica de sus obligaciones que era proclamar cada hora de la noche y el estado del tiempo decían, por ejemplo, "las 10 y sereno", o "las 10 Tiempo Sereno". Linati[1] en 1828, dice que los serenos "para conservar en su ministerio ese  tinte religioso que da color a sus pequeñas cosas" agregaban en lúgubre tono la jaculatoria "Alabado sea Dios y Nuestra Señora de Guadalupe" antes de cada grito.

Aunque la figura de este personaje sigue en la memoria de muchos mexicanos quienes jamás lo vimos en persona y solo lo conocemos de oídas, en algunas versiones de las mañanitas” cuando le pedimos “apagar su linternita para que bese a mi amor … ahora sí señor sereno le agradezco su favor, encienda su linternita que ya ha pasado mi amor”. Otras veces en alguna leyenda o cuento, pero el sereno como tal, es una reliquia del pasado, un mexicano que ya no existe y que desapareció hace mucho tiempo y ojalá que no sea para siempre, porque nuestros policías de hoy no tienen nada que ver con Don Serapio: la honradez y altruismo personificados.  Linati escribe que el sereno debía “dar la alarma en caso de incendio, acompañar a los extranjeros extraviados o a aquellos a quienes la embriaguez les ha hecho perder la razón, en fin, detener a quienes perturbaren la paz pública y llevarlos al cuerpo de guardia, hasta que se averigüe mejor su caso”. Y agrega que es una institución “digna de ser adoptada en países donde haga falta.[2]

Claro que eso era antes, cuando no había luz eléctrica. ¿A quién, en su sano juicio, se le ocurriría hoy recomendar a la policía mexicana para algo honrado?.

Todavía en 1913 otro extranjero escribe: “El sereno mexicano es generalmente un íntegro y fiable oficial y está comprometido con el extranjero. Han hecho las calles de la Ciudad de México tan seguras como las de París.  Los sentidos de la vista y el olfato pudieran ser ofendidos frecuentemente, pero el bolsillo y la vida están seguros”[3].

Bueno algo sigue más o menos igual y no tiene nada que ver con la integridad de nadie.

"Serenos or gards de nuit" (1861-1880)
Fotografía del Album of Mexican and French cartes-de-visite de Desmaisons, E.
Getty Digital Collection



En fin, a Monterrey la luz eléctrica llegó en 1882, primero al Teatro del Progreso y fue recibida con tremendo baile. Más tarde se instaló en la Plaza Zaragoza y para 1890 se establecería el alumbrado eléctrico público (626 faroles) que debió desplazar, si no del todo, parte del servicio que unos 30 serenos ofrecían con sus linternas de aceite.[4]

Vamos, y la historia se repite, el progreso dejó sin trabajo a Don Serapio.







[2] Ibidem
[3] WINTER, Nevin Otto Mexico and her people of to-day: an account of the customs, characteristics, amusements, history and advancement of the Mexicans, and the development and resources of their country, New York 1913 p 342.
[4] Cfr. VIZCAYA, Isidro Los orígenes de la industrialización en Monterrey, Monterrey 2006 p. 54 

martes, 8 de noviembre de 2011

Personajes Olvidados de la Historia de México II Trinidad el Aguador

Trinidad el Aguador

Le llamaremos Trinidad a nuestro personaje olvidado, pero pudo haberse llamado Hermenegildo, Pánfilo o Casimiro, lo de menos es el nombre porque será imposible darle uno adecuado y mucho menos un apellido.  Era conocido por todos en la ciudad o en el pueblo y no sólo por su oficio de aguador, sino también por servir de mensajero entre los jóvenes enamorados de las buenas familias mexicanas de los siglos XVIII y XIX.

Trinidad era indio, como todos los aguadores de la ciudad, debía serlo para poder soportar el peso y la abnegación del oficio. Era el personaje más peculiar de todos los que recorrían las calles de la ciudad, por la agilidad para manejar los cántaros de agua y por su peculiar vestuario.

Aguador, Lit. de Claudio Linati 1828
Los extranjeros sencillamente quedaban admirados por la pinta del Aguador. Cuando el Conde Claudio Linati decidió hacer una lámina litográfica de nuestro personaje hacia 1828, junto con el dibujo dio esta explicación: “El aguador de México es uno de los personajes que más impresionan a los ojos del extranjero: apenas se concibe cómo, para llevar 50 libras de agua, no se haya encontrado otro medio que meterla en un cántaro de barro casi tan pesado como su contenido, cuya forma esferoide concentra su peso en un solo punto… una pequeña reserva suplementaria contenida en un cántaro unido por dos correas cruzadas sobre la cabeza y sujetas por la frente sirve de contrapeso a la primera carga….  inmovilizado o restringido por esta doble correa camina recto hacia adelante sin permitirse el menor movimiento de cabeza…”.[1]

Una descripción más reciente (de 1885) también de otro extranjero, Jules Leclercq refiere a nuestro personaje como algo originalmente mexicano. Dice así: “es un personaje que no he visto en otro sitio, ya que en cada ciudad mexicana los hay diferentes…. Lleva unos pantalones de tela blancos y unas chaparreras de terciopelo o piel que no bajan más allá de la rodilla. Encima de la camisa se pone una chaqueta de cuero provista por detrás de un cojín destinado a sostener el chochocol, un cántaro de barro rojo que contiene la mercancía del aguador. Se cubre con una gorra de cuero y, con la ayuda de una correa que le pasa por la frente sostiene el voluminoso cántaro que le cuelga sobre la espalda, mientras que otra correa adaptada a la nuca sostiene el cántaro más pequeño que cuelga sobre el estómago: así los dos cántaros se equilibran. Imagino que el aguador llevaba su mercancía de la misma manera en tiempos de Moctezuma: es uno de esos personajes que persisten a través de los siglos y evocan una antigua civilización.”[2].

Yo no sé decir si en la sociedad de Moctezuma había aguadores o no, aunque un autor mexicano los remonta a la época de piedra “El aguador de México (dice), único en su especie, se pierde en la noche de los tiempos; aunque si hemos de precisar su aparición, para no llamarle prehistórico, debemos traer su origen a la época de piedra.”[3] Creo que esa es una afirmación simplista, en el caso de ese autor para alcanzar sus fines, que eran los de retirar a los aguadores de la ciudad de México y sustituir el suministro de agua mediante “cántaros” por un abastecimiento más práctico e higiénico mediante tubería urbana. De cualquier manera, el aguador debió ser único en sus métodos y atuendo. Por supuesto que aguadores había en Europa y eran famosos, basta recordar la pintura de El Aguador de Velázquez, pero el aguador mexicano había hecho suyo el personaje con su vestimenta de cuero única y su exclusiva gorra. Dice Linati en 1828: “El aguador es la única alma en México que usa gorra”. 


Para los ojos mexicanos el aguador no era ese personaje sorprendentemente extraño, estaban acostumbrados a verlo a diario, era Trinidad, o Pepe, un hombre en el que se podía confiar, sencillo y trabajador. “comedido, entregado al trabajo, casi siempre buen padre y no tan peor esposo, pasa la  mitad de su vida con el chochocol a la espalda, como un emblema de las penalidades de la vida y la otra mitad semi-beodo, pero sin zozobras y sin accidentes. Hace de su miseria un escudo á sus necesidades, y como estas son tan pocas lo son también sus exigencias. Si accidentalmente crecen sus gastos como cuando espera que su mujer lo obsequie con un nuevo hijo el aguador halla medios de subvenir á todos. Para ello toma á su cargo otras comisiones, como la de asear la calle en ciertos días, algunos mensajes más ó menos delicados, y otros agregados á su profesión. Se levanta con la aurora…[4] Son famosas sus contribuciones como el llevaitrae de cartas amorosas entre los jóvenes y señoritas de las familias mexicanas. De esta manera se hacían de un ingreso extra a su exiguo salario. Por cierto usaban un sistema muy extraño de "cómputo" para cobrar sus servicios. Por cada viaje que hacían a sus clientes y podían ser varios al día, el aguador dejaba un "tanto" o "colorín" (la semilla de la flor del boj) a la criada de la casa como comprobante de recibo. Pero este sistema desafía el sentido común o es la prueba máxima de la confianza, porque es el deudor quien tenía los comprobantes de la deuda y si quisiera hubiera podido desapareceros y pagar menos o simplemente no pagar. Pero eso a Trinidad parecía no quitarle el sueño.


Generalmente la ciudad exigía a los aguadores mantener limpias las plazas y lugares donde se encontraban las fuentes de agua, otra de sus contribuciones era la de acudir a sofocar los incendios. Celebraban especialmente el día de la Santa Cruz (3 de Mayo) fecha en que adornaban las fuentes con flores y monumentos y, por supuesto, celebraban también el Sábado de Gloria, día en que acostumbraban los aguadores a darse correazos unos a otros. 

El modo de trasportar el agua, no fue igual en todas partes. En el libro los mexicanos pintados a sí mismos, se dice que "hay ciertos provincialismos muy notables. En otros lugares de la república (el aguador) tercia en sus hombros un timón encorvado con dos canaladuras en sus extremos, adonde cuelga con dos cuerdas dos cántaros de igual tamaño para poder caminar equilibrado con el peso". Eso me hace recordar a algún vendedor que todavía en los 1970's recorría las calles de Monterrey, pero no recuerdo si vendía tamales o qué otra cosa.

Es de suponer que no en todos los pueblos y ciudades de México el transporte del agua se limitó exclusivamente a la fuerza humana sola. En muchos lugares debió hacerse uso de carretas y bestias para ese fin.  

Aguador a principios del Siglo XX
En 1890 había sólo en la ciudad de México alrededor de 1,500 aguadores. Todavía en la primera década del siglo XX los aguadores seguían prestando sus servicios en algunas ciudades y pueblos de México. En 1900 ya no había aguadores en Monterrey y en el censo general sólo se registran 14 en todo el estado de Nuevo León (4 en Cadereyta Jiménez, 2 en General Terán, 1 en García, 2 en Santa Catarina, 3 en Mina, y uno en Bravo)[5]. Y curiosamente en Santiago había una aguadora.

Con el tiempo se estableció el Servicio de Agua y Drenaje de Monterrey.... y Trinidad se quedó sin trabajo, entonces empezamos a olvidarlo, y colorín colorado...




















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[1] LINATI, Claudio Costumes Civils Militaires et Réligieux de Mexique dessinés d’après Nature, Bruxeles 1828  
[2] LECLERC, Jules Voyage au Mexique de New York a Vera Cruz en suivant les routes de Terre Pasis 1885 p. 145
[3] CUELLAR, Jose de en La Linterna Mágica 1890 México Tomo 9 p. 71.
[4] AAVV Los Mexicanos Pintados por sí mismos Edición de M. Murgía Lit Portal del Águila de Oro México 1854
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lunes, 31 de octubre de 2011

Personajes Olvidados de la Historia de México I

El Conde Claudio Linati

Claudio Linati Autorretrato
Entre 1825 y 1826 vivió en México un personaje peculiar, industrioso y creativo, el Conde Claudio Linati. Su estancia en México fue muy breve, de sólo año y medio, y sin embargo, ese tiempo marcó su vida. Él a su vez, con su trabajo artístico e intelectual, empezó a fraguar una imagen gráfica de los diferentes personajes que poblaban al México recién independizado. Las primeras litografías mexicanas se deben a él. Creó un legado gráfico que fue la carta de presentación de México para el mundo de su época. Buena o mala, esa imagen empezó a circular por Europa. Dio a conocer a la india tortillera ante el metate afanada en su quehacer; al cargador, más parecido a una hormiga que a un ser humano por el peso que aguantaba; al sereno y al aguador, quienes recorren las calles de las principales ciudades de la nueva república; al hacendado, al oficial de los dragones y al fraile Camilo; a la dama elegante y al mendigo. al blanco, al indio y al negro y a los padres de la patria: Morelos, Hidalgo y Moctezuma.

Claudio Linati nació en Parma el 1 de febrero de 1790, hijo de Filippo y Emanuella de los Condes Cogorani. Su nacimiento cobró la vida de su madre y su infancia fue marcada por esa pérdida y por la educación de su preceptor Giuseppe Caderini un hombre que, según su biógrafo, que lo fue su propio hijo Filippo[1], le inculcó los ideales de igualdad que lo llevaron a oponerse al estado imperante y a buscar la libertad y la unificación de Italia. Por sus ideales chocó con las autoridades de tal forma, que fue condenado a muerte pero lo salvó el destino, para más tarde, vivir en el exilio. Así llegó a Francia en donde fue militar en el ejército de Napoleón I.

Claudio era un hombre ilustrado e inteligente, llegó a dominar además del italiano el francés y el español, idioma de la que fuera su esposa: Doña Isabel Bacardi, (Dama de la Aristocracia Catalana). En París perfeccionó las artes gráficas y plásticas. Se unió a la secta de los Carboneri, que aspiraba a la libertad política y a un gobierno constitucional.

De Francia pasó a Bélgica, donde conoció a Manuel E. de Gorostiza, encargado de los negocios de México en Bélgica y allí cristalizó el proyecto de trasladarse a México, cuyo gobierno en esa época, buscaba crear nuevas industrias para la recién independizada república.  En 1825, Linati estableció en México su taller litográfico y fundó el diario “El Iris” con la colaboración de Fiorenzo Galli y el poeta cubano José María de Heredia. Otros colaboradores litógrafos fueron el oaxaqueño José Gracida y los italianos Carlo Satanino y Luigi Brotti de Scagnello (muchacho de 14 años). En la primera publicación del 4 de febrero de 1826 apareció la primera litografía mexicana (un figurín en color), elemental e incipiente, pero con la fuerza de una semilla que pronto germinaría. Sus ideas críticas lo llevaron pronto a abandonar la empresa y a regresar a Bélgica. Y el diario “El Iris” sólo dio a la luz una cuarentena de publicaciones. Una vez en Bélgica, Linati elaboró, según palabras de Manuel Toussaint  “el primer monumento de nuestra litografía”[2]. Un verdadero tesoro litográfico con 48 litografías a color y una en blanco y negro. La obra lleva el título Costumes Civils Militaires et Réligieux de Mexique dessinés d’après Nature[3]  y de esa manera los Países Bajos y, con ellos, parte de Europa, se familiarizaron con los mexicanos.  De ella dice su biógrafo “en 48 tablas litográficas, impresas por Jobard y publicadas por Satanino, dibujó los caracteres mexicanos, dejando en ellas a la familia y al público un perdurable monumento a su breve estancia en América”[4] Las estampas del libro son un compendio  de los arquetipos de cada personaje mexicano y continúan teniendo esa fuerza visual que perdura en las obras de arte.

Dejo como ejemplo aquí sólo la primera litografía del libro: el retrato de “Moctezuouma Xocotin, dernier Empereir du Méxique, peint par orde de Fernand Cortez”.

Moctesuma, Litografia de C. Linati
Linati regresó a México, pero lamentablemente sólo para morir, víctima de la fiebre amarilla. Llegó al puerto de Tampico el 9 de diciembre de  1832 y murió dos días después. Pero las prensas y piedras de su taller litográfico pasaron a la Academia de San Carlos y estuvieron a cargo de un discípulo suyo, el teniente e ingeniero Ignacio Serrano.

Para su biógrafo, la experiencia mexicana de su padre había sido un descalabro, su corta estancia en México se debía a que “las ganancias prometidas no aparecieron y los pactos establecidos no se cumplieron…” Y si volvió a México fue porque aunque “de aquel regimiento de ignorantes y de egoístas, no esperaba favor, esperaba al menos la restitución de algunos atractivos créditos, que a cargo de aquél gobierno había, con otros bienes, heredado en su juventud”[5].  Bienes que su muerte no le dejó disfrutar.
En una carta a su esposa, Claudio escribió “se lleva el peso de la desgracia hasta donde se puede. Después no hay sino la Nada,”[6] y esa sentencia parece ser la síntesis de su vida de lucha por sus ideales, siempre opuesta a persecución,  cárcel, patíbulo, mala paga y muerte.





[1] LINATI, Filippo Vita del Conte Claudio Linati seguita de un Saggio Poetico del Medesimo da Documenti e Note, Parma 1883.
[2] TOUSSANT, Manuel, La litografía en México México 1934 p xiv cit por O’GORMAN. E. y FERMAMDEZ, J, Documentos para la Historia de la Litografía en México, México 1955 p. 56
[3] LINATI, Claudio Costumes Civils Militaires et Réligieux de Mexique dessinés d’après Nature, Bruxeles 1828
[4] LINATI, Filippo, Op. Cit. P. 26 y 27
[5] LINATI, Filippo, Op. cit. pp. 26 y 31.
[6] Cit por O GORMAN, E. Op. cit p. 57. 

lunes, 24 de octubre de 2011

La Biblioteca digital de la UANL

Don Alfonso Reyes Ochoa
Al explorar  la colección digital de la biblioteca dela UANL, uno se da cuanta de la riqueza que ésta ofrece en libros antiguos, especialmente para el estudio de la historia de México y del Estado de Nuevo León.

En una “búsqueda avanzada” en la herramienta de búsqueda, se puede escoger el título, el autor o la materia, incluso seleccionar si se desea ver una tesis de maestría o doctorado o indicar que lo que se quiere es un libro antiguo. Hay allí ejemplares de los siglos XVI al XXI. Si en la búsqueda avanzada se escoge la categoría de libro antiguo, sin colocar otro parámetro de búsqueda, el resultado será de más de 8 mil títulos de los más variados temas.

No sorprende encontrar las obras de Alonso de León, Fray Servando Teresa de Mier, Eleuterio González, Bernardo y Alfonso Reyes y Serafín Peña entre otros, así como el Acta de Fundación de la Ciudad de Monterrey y abundantes títulos referentes al estudio de la medicina, la historia y las leyes, documentos relativos a la legislación y la historia del Estado de Nuevo León, etc.  Volúmenes que quizá pertenecieron a nuestro querido Dr. Gonzalitos y ejemplares que debieron formar parte de la biblioteca de Don Alfonso Reyes. Lo que sí me sorprendió fue encontrar muchísimos títulos de obras religiosas, devocionarios, bulas papales y cartas pastorales de los obispos mexicanos, especialmente de los obispos de la Diócesis de Linares, más tarde arquidiócesis de Monterrey,  tanto en español como en latín.

Más aún me sorprendió hallar abundantes libros raros sobre la historia de Querétaro, entre ellos  tres diarios manuscritos de las primeras décadas del siglo XIX, muy interesantes, creo yo, para hacerse una idea de la vida cotidiana en Querétaro durante las primeras décadas del México independiente.  Estos diarios manuscritos son 20 tomos del Diario de Querétaro de José Xavier Argomaiz, un manuscrito titulado: Una familia queretana en la Guerra de Reforma del que no se señala autor (en una de sus páginas aparece un membrete con el nombre de Fernando Díaz Reyes Retana) y un diario de X. Silva: “Papeles para la historia de Querétaro 1821-1823” escrito en San Juan del Río.  

Basta acceder a cualquiera de los libros de la biblioteca digital para experimentar gratitud al Padre Mier, a Gonzalitos y a Alfonso Reyes, pilares del conocimiento e identidad del regiomontano, misma gratitud que se experimenta por quienes en la UANL hicieron posible el acceso digital a este tesoro de todos. 


miércoles, 19 de octubre de 2011

Guardianes del Templo de Xochicalco en la Exposición Universal de París, 1867

Me encontré este dibujo de 1867 de dos mexicanos haciendo "la guardia en el templo de Xochicalco". Extraña combinación, cualquiera esperaría a un guerrero con cabeza de jaguar o plumas de Quetzal. El caso es que este templo no era exactamente un auténtico templo, sino la réplica de la gran pirámide de Xochicalco recreada para la Exposición Universal de París de aquél año. La wikipedia dice que aquella exposición fue la más grandiosa hasta ese momento, que pretendía exaltar la grandeza del Segundo Imperio y que por temas tenía el progreso y la paz. Mucha paz y mucho progreso, pero la verdad es que México estaba, en ese momento, saliendo de una intervención armada que había cobrado bastantes muertes nacionales y francesas, el fusilamiento de Maximiliano y la locura de Carlota.

El dibujo está firmado por M. Lanson y la descripción de Ernest Déolle refleja, creo yo, una emoción mixta entre la admiración por una cultura remota y sorprendente y el resentimiento por las muertes que el conflicto entre México y Francia había cobrado. Yo traduje lo mejor que pude y aquí les dejo el texto en español. El original lo pueden encontrar en las páginas 180 y 181 en este enlace

 "Atuendos Mexicanos
NO sin un poco de tristeza, podemos decir, que los visitantes franceses se detenían en la Exposición ante la imagen muy fiel, según se nos informa, de las ruinas del templo de Xochicalco. Recuerdos de una civilización extinta, procedentes de un país al cual Europa pensó que había llevado los frutos de su civilización, conmovían vivamente el espíritu y se hallaban tras dos tipos de raza indio-hispana que el lápiz de nuestro dibujante bien captó. Es difícil no detenerse ante lo pintoresco de sus atuendos. Mi pensamiento voló muy lejos. Construyó con esos dos hombres de aspecto oscuro y viril, algunas veces a las numerosas muchedumbres aclamando a los soldados europeos, abriéndole sus casas y sus templos a los misioneros europeos de la libertad; otras veces a los grupos armados agazapados detrás de altos matorrales esperando la hora de la venganza y el crimen. En efecto, hay de todo en esos seres y en sus atuendos: cambia el trazo y el enorme sombrero cubre coquetamente la cara de un hombre apacible y suave, se convierte repentinamente en el sombrero del clásico tunante y ve marchar a ese hombre envuelto en los pliegues de su poncho rayado, de vivos colores y ese largo pantalón que se ensancha en embudo invertido, le hace aplomar el paso y envejecer su andar, pero entonces, salta sobre un caballo e inmediatamente afirma su pié en el estribo y los pantalones que vuelan a ambos costados del animal parecen dar alas al jinete. La tela, las decoraciones de lana o seda, los ornamentos de oro y plata, no son nada que se preste a estas bruscas transformaciones: pero el mexicano está hecho en otra parte, en un lugar donde se tienen todos los modales y todas las violencias. Nuestros soldados lo conocen bien y se pueden encontrar, en sus pintorescas narrativas, veinte palabras para definirlo. Todos transcriben esa mezcla de astucia y jactancia, fuerza y delicadeza, que hay en el hombre y en su atuendo. 
El niño parisino encontró en México sus pantalones tití – ese   famoso personaje de nuestros antiguos carnavales – y recuerda las proezas coreográficas que inmortalizarían a la ópera del género del tití, el célebre cargador. Traje y personaje carnavalescos. ¡En efecto, ese es el disfraz de seda y terciopelo que hace confluir valor y cobardía!...Los museos (que muestran los restos de la Exposición) conservan el dibujo de los dos tipos mexicanos, el croquis que aquí se ve sin otro motivo, que mostrar la diversidad que había en la variedad personajes reunidos en la Exposición, la construcción efímera de la que nuestros dos héroes fueron custodios, sirve igualmente para ilustrar, por decirlo así, la historia retrospectiva del arte escrita en el Campo de Marte y en la admirable Galería del Trabajo a través de los últimos siglos.  El templo de Xochicalco es uno de los más curiosos especímenes del arte indiano. El interior, que puede visitarse, ofrece también vestigios de los templos más remotos  ¿Por qué no hemos podido estudiar esas preciosas reliquias tan estimadas por el anticuario, el historiador y el filósofo sin sucumbir a la tristeza?
Lo sabemos. Entonces se nos permitirá decir aquí que al ver a estos hombres y sus extrañas vestimentas, los restos de monumentos tan ricos por su originalidad, pensamos que en adelante la tierra de México tendrá para Francia otros tesoros: las tumbas de nuestros soldados – ¡verdaderos mausoleos de la civilización moderna.                                            ERNEST DRÉOLLE"


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miércoles, 12 de octubre de 2011

Calendario de las Señoritas Mexicanas

Esfera Cosmográfica
Calendario de las Señoritas Mexicanas


En un recorrido virtual por la Biblioteca de la Capilla Alfonsina de la UANL me tropecé con este título: Calendario de las señoritas mexicanas, para el año bisiesto de 1840, dispuesto por Mariano Galván. Y pensé, esto tiene que estar bueno. Y la verdad es que sí lo está. Bueno, nada que ver con el calendario de Kristen Steward para el 2012. Pero aquellas eran otras épocas.




Ya desde la dedicatoria se vislumbra el contenido:
“A las Señoritas mexicanas cuyas virtudes forman el honor de su sexo: su ternura, el consuelo del hombre; y su belleza el más brillante ornamento de su patria, ofrece este leve obsequio Mariano Galván Rivero”


Muy linda la dedicatoria pero... ¿Y si la mujer no es tierna? ¿Y si no lo quiere ser? ¿Y si encima de no ser tierna no es ni bonita? Vamos, en 1840 tenía que serlo, tierna y bonita, y no se diga más. 

Y después a ubicarse… Oh sí,  muy importante, y las notas cronológicas no dejan lugar a dudas. El mundo desde su creación hasta aquel momento tenía 7,039 años, ni más ni menos. Y desde el diluvio universal, (porque qué duda cabía que había habido un diluvio en toditito el mundo) 4,797 años. Ya las demás fechas eran pan comido: 1840 años desde la encarnación del Divino Verbo, 319 desde la conquista española, 20 desde “la última inundación en tiempo del Conde del Venadito (septiembre 23 de 1819)”, etc. 


Aquí está toda la lista: 

  
No hemos cambiado nada. Basta ir a la wikipedia para leer, que “la Tierra se formó hace 4, 540 millones de años” millón más, millón menos y nuestro universo… hombre, pero si eso es requete sabido: “13,73 ± 0,12 millardo de años y por lo menos 93.000 millones de años luz de extensión”. ¿Y eso qué es? Digo, lo de millardo, porque mi cabeza no da para tanto cero. Sin ánimo de criticar a nadie, al contrario, me parece muy buena la inquietud de conocer y dominar las cosas.

Pero no nos salgamos del calendario, que las señoritas se pueden molestar. Después de la ubicación temporal, el calendario registra una serie de informaciones curiosas como el cómputo eclesiástico, (que incluía el epacta o número de días que el año solar excedería al lunar), las témporas y las fiestas movibles. Al final de este preámbulo, una nota explicativa, interesante porque revela la diferencia de las castas sociales a la hora de las obligaciones religiosas:
Los días señalados con † † y todos los domingos, obligan a oir misa generalmente y a no trabajar: los que llevan † y el santo patrón o titular de cada lugar son obligatorios a lo mismo, menos para los Indios, que no están obligados a oír misa, y pueden trabajar en sus cosas, no en las de los Españoles; y en los de † deben oir misa los que no son Indios, aunque todos pueden trabajar.
Los no dispensados con la comida de carne se señalan con ♠: los de ayuno son todos los de vigilia, témporas y toda la cuaresma, menos sus respectivos domingos; excepto para los Indios, pues a estos sólo les obligan los viernes de cuaresma, sábado santo y vigilia de Nuestro Señor Jesucristo…”
Bueno, al menos, los pobres indios no debían ayunar ¡toda la cuaresma! Suficientes eran las permanentes privaciones que debieron tener a lo largo del año.

Y entonces sí da comienzo el calendario con el registro de cada día del año como se hace tradicionalmente, indicando los signos zodiacales, el santoral, los eventos o fiestas religiosas o nacionales de cada día, etc. Este tipo de calendarios debían aparecer en circulación a principio del año en cuestión, o a finales del año anterior, pero eso no era un obstáculo para pronosticar el clima con meses de anticipación:
Las recias heladas que caerán en este mes (enero) lo harán muy frío, y no faltarán fuertes vientos”. Y marzo “comenzará… fresco y ventoso, seguirá templado, y al final caliente”. Se pronostica granizo para abril, lluvias copiosas en mayo, fuertes tempestades y granizo en agosto, vientos arrasantes en octubre, y para diciembre nevadas y vientos constipantes.
Así cualquiera, nada más conocido que los aguaceros de mayo y los catarros de invierno, pero ¿granizo en abril? Sin duda en aquel momento el sobrecalentamiento global no tenía seguidores. Después del calendario, este libro incluye cuentos en verso como el titulado El de la Cruz Colorada sobre un caballero cruzado medieval. 




También ofrecía información científica acerca de “animales microscópicos”, creados por Dios, quien había hecho las cosas 
derramando en la profundidad del espacio millones de globos inmensos que giran con movimientos inmensurables y a distancias asombrosas; ya criando y reproduciendo incansablemente innumerables animalillos imperceptibles a los ojos desnudos y solo visibles con el microscopio”. Se describen como “cuerpos tan pequeños… (habilitados) unos de boca, estómago, corazón, etc., y … otros de órganos para la nutrición y el movimiento”…. “son casi homogéneos”. “En una gota de agua o de vinagre se les ve agitarse en todas direcciones para huir de un peligro, o para agarrar a su presa: cuando observan que se va secando el agua en que viven, a fin de evitar el riesgo mortal que les amenaza, porque se mueren en seco, nadan precipitados buscando agua más profunda, para conservar así la vida; pero si por desgracia se evapora el agua donde viven, se mueren y se secan, ignorados por todo el mundo”. 
¿Se imaginan a una bacteria huyendo de los peligros? Y sigue la explicación de estos seres microscópicos con sus divisiones y comportamientos.

El "calendario" incluía temas muy variados y para diferentes gustos: romances, explicaciones sobre la tierra, el universo, los planetas y el zodiaco, una extensa historia y descripción de la Catedral de Puebla, cuentos breves, consejos sobre el lavado y técnicas para pintar al oleo. 


Se incluían breves reseñas biográficas de personajes que debieron ser las estrellas del mundo del espectáculo del México de la época: un músico y director de orquesta: Don José Antonio Gómez (n. en 1805), una cantante de ópera, Doña Fernanda Andrade Romero (n. en 1815 y cuyo nombre "artístico" era Fernanda de Ruelas) y una pequeña pianista de 16 años Doña María Dorotea Lozada (n. en 1824).


Doña Fernanda Andrade                 Don José Antonio Gómez               Doña María Dorotea Lozada

Y en una publicación dedicada a las mujeres de las familias mexicanas de más influencia social, no podía faltar un apartado para las Modas

Ese año de 1840 el dictamen de la moda era el siguiente: 
“llevaránse los géneros de seda por la mañana, por la tarde, ya se ande de barrio, ya de etiqueta, y a todas las horas. Nada hay de fijo por lo concerniente a su color; multiplícale la moda de los glacés, tornasolados, chinescos, sombreados y diapreados, todo lo cual está más que nunca de boga. Igualmente se llevan vestidos con antiguos encajes. Redingotes con blondas guarnecidas de tafetán de color rosa o azul, peinadores de muselina, y y vestidos de beatilla.
Parece que las elegantes han adoptado para las tertulias vestidos muy escotados, de mangas cortas, lo mismo que el peinado, y para el teatro, corto con pliegues…” 
Un dato también curioso es lo referente a las joyas: 
“Parece que se ha dado a un completo olvido toda clase de joyas, y exceptuando algunas manillas anchísimas de ori cincelado, collares tejidos de oro, ajustadas al cuello, y agujas llamadas de edad media, no hay nada nuevo en ese género”.
Traje de Mañana                               Traje de Paseo                            Traje de Tertulia 

Al final resultó que esta señorita mexicana de 1840 sí era bonita y tierna. 


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