martes, 8 de noviembre de 2011

Personajes Olvidados de la Historia de México II Trinidad el Aguador

Trinidad el Aguador

Le llamaremos Trinidad a nuestro personaje olvidado, pero pudo haberse llamado Hermenegildo, Pánfilo o Casimiro, lo de menos es el nombre porque será imposible darle uno adecuado y mucho menos un apellido.  Era conocido por todos en la ciudad o en el pueblo y no sólo por su oficio de aguador, sino también por servir de mensajero entre los jóvenes enamorados de las buenas familias mexicanas de los siglos XVIII y XIX.

Trinidad era indio, como todos los aguadores de la ciudad, debía serlo para poder soportar el peso y la abnegación del oficio. Era el personaje más peculiar de todos los que recorrían las calles de la ciudad, por la agilidad para manejar los cántaros de agua y por su peculiar vestuario.

Aguador, Lit. de Claudio Linati 1828
Los extranjeros sencillamente quedaban admirados por la pinta del Aguador. Cuando el Conde Claudio Linati decidió hacer una lámina litográfica de nuestro personaje hacia 1828, junto con el dibujo dio esta explicación: “El aguador de México es uno de los personajes que más impresionan a los ojos del extranjero: apenas se concibe cómo, para llevar 50 libras de agua, no se haya encontrado otro medio que meterla en un cántaro de barro casi tan pesado como su contenido, cuya forma esferoide concentra su peso en un solo punto… una pequeña reserva suplementaria contenida en un cántaro unido por dos correas cruzadas sobre la cabeza y sujetas por la frente sirve de contrapeso a la primera carga….  inmovilizado o restringido por esta doble correa camina recto hacia adelante sin permitirse el menor movimiento de cabeza…”.[1]

Una descripción más reciente (de 1885) también de otro extranjero, Jules Leclercq refiere a nuestro personaje como algo originalmente mexicano. Dice así: “es un personaje que no he visto en otro sitio, ya que en cada ciudad mexicana los hay diferentes…. Lleva unos pantalones de tela blancos y unas chaparreras de terciopelo o piel que no bajan más allá de la rodilla. Encima de la camisa se pone una chaqueta de cuero provista por detrás de un cojín destinado a sostener el chochocol, un cántaro de barro rojo que contiene la mercancía del aguador. Se cubre con una gorra de cuero y, con la ayuda de una correa que le pasa por la frente sostiene el voluminoso cántaro que le cuelga sobre la espalda, mientras que otra correa adaptada a la nuca sostiene el cántaro más pequeño que cuelga sobre el estómago: así los dos cántaros se equilibran. Imagino que el aguador llevaba su mercancía de la misma manera en tiempos de Moctezuma: es uno de esos personajes que persisten a través de los siglos y evocan una antigua civilización.”[2].

Yo no sé decir si en la sociedad de Moctezuma había aguadores o no, aunque un autor mexicano los remonta a la época de piedra “El aguador de México (dice), único en su especie, se pierde en la noche de los tiempos; aunque si hemos de precisar su aparición, para no llamarle prehistórico, debemos traer su origen a la época de piedra.”[3] Creo que esa es una afirmación simplista, en el caso de ese autor para alcanzar sus fines, que eran los de retirar a los aguadores de la ciudad de México y sustituir el suministro de agua mediante “cántaros” por un abastecimiento más práctico e higiénico mediante tubería urbana. De cualquier manera, el aguador debió ser único en sus métodos y atuendo. Por supuesto que aguadores había en Europa y eran famosos, basta recordar la pintura de El Aguador de Velázquez, pero el aguador mexicano había hecho suyo el personaje con su vestimenta de cuero única y su exclusiva gorra. Dice Linati en 1828: “El aguador es la única alma en México que usa gorra”. 


Para los ojos mexicanos el aguador no era ese personaje sorprendentemente extraño, estaban acostumbrados a verlo a diario, era Trinidad, o Pepe, un hombre en el que se podía confiar, sencillo y trabajador. “comedido, entregado al trabajo, casi siempre buen padre y no tan peor esposo, pasa la  mitad de su vida con el chochocol a la espalda, como un emblema de las penalidades de la vida y la otra mitad semi-beodo, pero sin zozobras y sin accidentes. Hace de su miseria un escudo á sus necesidades, y como estas son tan pocas lo son también sus exigencias. Si accidentalmente crecen sus gastos como cuando espera que su mujer lo obsequie con un nuevo hijo el aguador halla medios de subvenir á todos. Para ello toma á su cargo otras comisiones, como la de asear la calle en ciertos días, algunos mensajes más ó menos delicados, y otros agregados á su profesión. Se levanta con la aurora…[4] Son famosas sus contribuciones como el llevaitrae de cartas amorosas entre los jóvenes y señoritas de las familias mexicanas. De esta manera se hacían de un ingreso extra a su exiguo salario. Por cierto usaban un sistema muy extraño de "cómputo" para cobrar sus servicios. Por cada viaje que hacían a sus clientes y podían ser varios al día, el aguador dejaba un "tanto" o "colorín" (la semilla de la flor del boj) a la criada de la casa como comprobante de recibo. Pero este sistema desafía el sentido común o es la prueba máxima de la confianza, porque es el deudor quien tenía los comprobantes de la deuda y si quisiera hubiera podido desapareceros y pagar menos o simplemente no pagar. Pero eso a Trinidad parecía no quitarle el sueño.


Generalmente la ciudad exigía a los aguadores mantener limpias las plazas y lugares donde se encontraban las fuentes de agua, otra de sus contribuciones era la de acudir a sofocar los incendios. Celebraban especialmente el día de la Santa Cruz (3 de Mayo) fecha en que adornaban las fuentes con flores y monumentos y, por supuesto, celebraban también el Sábado de Gloria, día en que acostumbraban los aguadores a darse correazos unos a otros. 

El modo de trasportar el agua, no fue igual en todas partes. En el libro los mexicanos pintados a sí mismos, se dice que "hay ciertos provincialismos muy notables. En otros lugares de la república (el aguador) tercia en sus hombros un timón encorvado con dos canaladuras en sus extremos, adonde cuelga con dos cuerdas dos cántaros de igual tamaño para poder caminar equilibrado con el peso". Eso me hace recordar a algún vendedor que todavía en los 1970's recorría las calles de Monterrey, pero no recuerdo si vendía tamales o qué otra cosa.

Es de suponer que no en todos los pueblos y ciudades de México el transporte del agua se limitó exclusivamente a la fuerza humana sola. En muchos lugares debió hacerse uso de carretas y bestias para ese fin.  

Aguador a principios del Siglo XX
En 1890 había sólo en la ciudad de México alrededor de 1,500 aguadores. Todavía en la primera década del siglo XX los aguadores seguían prestando sus servicios en algunas ciudades y pueblos de México. En 1900 ya no había aguadores en Monterrey y en el censo general sólo se registran 14 en todo el estado de Nuevo León (4 en Cadereyta Jiménez, 2 en General Terán, 1 en García, 2 en Santa Catarina, 3 en Mina, y uno en Bravo)[5]. Y curiosamente en Santiago había una aguadora.

Con el tiempo se estableció el Servicio de Agua y Drenaje de Monterrey.... y Trinidad se quedó sin trabajo, entonces empezamos a olvidarlo, y colorín colorado...




















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[1] LINATI, Claudio Costumes Civils Militaires et Réligieux de Mexique dessinés d’après Nature, Bruxeles 1828  
[2] LECLERC, Jules Voyage au Mexique de New York a Vera Cruz en suivant les routes de Terre Pasis 1885 p. 145
[3] CUELLAR, Jose de en La Linterna Mágica 1890 México Tomo 9 p. 71.
[4] AAVV Los Mexicanos Pintados por sí mismos Edición de M. Murgía Lit Portal del Águila de Oro México 1854
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3 comentarios:

Anónimo dijo...

La carga que representaba desempeñar este oficio y su personaje, pudieran ser usados como símbolo en una campaña de ahorro del agua. La friega que llevaba desplazar el líquido hasta las casas, nos haría pensar sobre el desperdicio que hacemos al abrir cómodamente un llave y dejarla correr despreocupadamente.
Ese, y el oficio de pasar en la noche a recoger los desechos humanos de las casas, deben de haber sido los oficios urbanos más pesados que desempeñó el pueblo más pobre durante varios siglos.
Un saludo.
Juan Crouset

Jorge Elías dijo...

Tienes razón, sería un buen símbolo para el ahorro del agua. Recuerdo a Monterrey antes de que se acabara el agua a finales de los 70s La gente era muy despreocupada con el agua, donde quiera se veía lavar carros a manguera, y patios y aceras, etc. Después nos quedamos sin agua todos o casi todos, y aparecieron los tinacos. Después de eso no volví a ver el desperdicio de agua de entonces. Aunque hace muchos años que no vivo en Monterrey no sé como sea ahora que ha vuelto a haber agua. Gracias y Saludos.

Juan Crouset dijo...

Afortunadamente, a partir de esos años de escasez creo que los regiomontanos nos volvimos un poco más conscientes de la problemática, y la cultura del agua quedó más arraigada.
Saludos

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