lunes, 22 de febrero de 2010

Los Rayados



"...usan el rostro rayado de azul de una manera arbitraria las mujeres se rayan todo el cuerpo. Todas estas tribus hablan el mismo lenguaje aunque diferenciándolo en la pronunciación ya nasal ya dental ya gutural son tímidos viven de la pesca y se internan á las tierras llegando en sus correrías únicamente hasta el mar."

Así es como describe en 1864 Manuel Orozco y Berra a algunos de los grupos indígenas de Nuevo León y Tamaulipas. Quizá más arbitrarios que las rayas azules del cuerpo y la cara, fueron los nombres con los que, criollos y españoles denominaron a estos grupos étnicos. Estos nombres aparecen en los textos y crónicas de viaje, en las partidas de bautismo y otros documentos coloniales. En 1889, Alfonso Luis Velasco en su Geografía y Estadistica de la República Mexicana clasifica los grupos de Nuevo León como se muestra en la tabla:

Entre la Sierra y el Mar, en las laderas de los ríos, en cuevas y resguardos rocosos moraban los primeros habitantes de Nuevo León y el Noreste de México. Eran cazadores y recolectores. Seguían la ruta trazada por la supervivencia, las estaciones y la búsqueda de presas para alimentarse. Su itinerancia, no debió ser arbitraria, tenían lugares de reunión fijos destinados a la celebración de ceremonias, ritos y fiestas.

Al hablar de los primitivos habitantes de Nuevo León parece hacer falta invocar a los espíritus de los ancestros. Es grande el misterio entorno a ellos y los estudiosos luchan por ponerse de acuerdo para adjudicar a alguna tribu determinada o grupo étnico las manifestaciones artísticas de lugares arqueológicos como Boca de Potrerillos en el municipio de Mina , Cueva Ahumada e Icamole (García), Piedras Pintas (Parás) y de cientos de otros sitios donde se han encontrado pinturas rupestres y petrograbados.

Estudiosos como J. F Epstein, W. B. Murray, Moisés Valadez, S. Turpin, H. Eling Jr, entre otros, han hecho una labor impresionante de estudio y reconocimiento de las áreas arqueológicas del Noreste de México. Se han encontrado indicios de lugares habitados con una antigüedad de hasta 10 mil años. Los morteros, las puntas de flecha, los fragmentos de arte mobiliario, etc., aportan luces al conocimiento y costumbres de los grupos que habitaron Nuevo León.

Es probable que los grupos étnicos del Noreste de México pertenecieran a un tronco común. Se les ha colocado entre los grupos coahuilteco-karankahua, athapascana, hokana y macro-yuma, (son de este último grupo la pareja aricopa que aparece en la Foto. Arizona s. XIX).

En literatura antigua se les agrupa en familias como Nahoa y Jumano y se llega a hablar de apaches jumanos que habitan o visitan la región.

Los grabados y pinturas rupestres salpican la geografía neolonesa, están allí para transmitirnos su mensaje ancestral, su respeto al ciclo de los tiempos, a la naturaleza y a la inexorabilidad del universo.


Hombre de "Cueva Ahumada"
Jorge Elías 2010
Acrílico Sobre Tela

miniBAR
3612 NE 2nd Avenue
Miami, FL 33137

jueves, 18 de febrero de 2010

Del Mero San Luisito






Sigo con la nostalgia de la tierra. Con la melancolía provocada por el alargarse del tiempo, ese tiempo ausente del lugar donde viví la infancia, la alegre y la triste. Pero me quedo siempre con la parte alegre. Esa en la que me recuerdo corriendo entre los naranjales o en la Plaza de Montemorelos, o cantando el corrido de Monterrey bajo el chorro del agua, antes de que huyera de la ciudad corriendo despavorida, antes de ser consumida hasta la última gota por los habitantes de aquel paraíso convertido casi en desierto.

Y recuerdo la primera estrofa del Corrido:

Tengo orgullo de ser del norte
del mero San Luisito
por que de ay es Monterrey
de los barrios el más querido
por ser el mas reinero si señor
barrio donde nací.


Pero San Luisito para mí era sólo eso: una frase en un corrido alegre, una imagen en la imaginación infantil. Oía hablar del barrio y el puente a mi Padrino Ernesto, con tanto cariño, con la cara alegre, con ese "orgullo de ser del norte". Y es que ese puente era especial, un puente con un mercado dentro que conectaba a la ciudad con el barrio de San Luisito. Y es curioso que llevase ese nombre uno de los que llevó la ciudad antes de ser Monterrey: Villa de San Luis Rey de Francia.



Es común leer en los libros de viajeros que pasan por Monterrey, hablar sobre este puente y el mercado, con admiración, no esa de quien se queda sin aliento al ver una obra maestra de la arquitectura (aunque tenía mucho mérito, aunque fuera solo el de cruzar el río Santa Catarina), sino la admiración de la vida que de la obra brota, la vida sí, y la alegría de la gente reunida para su diario vivir y convivir y por supuesto, muy regiomontanamente: comerciar, incluso hasta al cruzar el puente.

Acompañó a la ciudad a finales del siglo XIX y a principios de siglo XX debió ser renovado para, más tarde, convertirse en el Puente del Papa después de la Visita del Juan Pablo II.


Los datos de su construcción y otros los pueden encontrar en el Foro de Fermín Téllez (muy interesante siempre):
http://fermintellez.blogspot.com/2008/12/el-puente-del-papa-ayer-y-hoy.html

Y aquí tienen el Puente antes de la Inundación de 1909

viernes, 12 de febrero de 2010

Tortillas



La casa de mi abuela en Zacatecas era una casa grande y misteriosa, por lo menos así la recuerdo yo cuando era niño. Mi abuela nos contaba que en su casa vivió antes que ellos un hombre que subía a la terraza a asolear sus monedas para que no se enmohecieran o a algo así. En una parte del establo se oían voces, pero sólo cuando no estaban mi abuela y su hermana allí con el nixtamal y moliendo maíz en el metate para las tortillas de la familia. Después de comer, todo mundo se iba a la siesta y los niños podíamos jugar sin hacer ruido. Cuando mi abuela despertaba del letargo y le daba la gana (no siempre), nos contaba historias de mi abuelo en la revolución y, si nos poníamos de suerte, abría su ropero (exactamente como la canción de Cri Cri) y nos mostraba la carrillera revolucionaria de mi abuelo. Ella decía que durante la revolución no había casi comida y las mujeres debían hacer tortillas con mucho sigilo, sin que se oyeran las palmadas porque podían ser atacadas por las turbas hambrientas que arrastraba la revolución.

Estas fotos no son de mi abuela, pero me la recordaron tanto que no resistí la tentación de publicarlas aquí. Pudiera ser ella o la abuela de algunos de nosotros haciendo nuestras entrañables, omnipresentes y queridas tortillas.



Si hacen click en la primera imagen pueden ir a su fuente e información. Un libro muy interesante en imágenes mexicanas.

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