martes, 17 de febrero de 2015

Welch, el “Jefe Blanco de los Sioux” de visita en Monterrey (Diciembre, 1937) 2a. parte

En Monterrey

Welch continúa el relato de su viaje y su entrada a la ciudad de Monterrey. Traduzco parte de su diario:

“En medio de [aquel] anfiteatro [de Montañas] se encuentra la hermosa e importante ciudad de Monterrey. Pasamos primero un gran cuartel aquí, que congrega los regimientos de Infantería y un escuadrón de Caballería, y a una corta distancia entramos a los Regina Courts, donde nos dispusimos a pasar la noche. El patio estaba lleno de matas  de plátano y otras plantas semi-tropicales. Las habitaciones son de mosaico y cemento, cada apartamento amueblado con una regadera y otros requisitos modernos. Una gran cantidad de flores llaman la atención por sus extrañas formas y exóticos aromas.  Los arreglos para pasar la noche fueron conducidos en español. Aquí se nos presentó la costumbre y súper necesaria provisión de “tener un guía” si se espera ver los lugares de interés en cada localidad en México. Hicimos una cena temprana y tomamos café en los Courts. Casi nos sorprendimos al hallar el menú impreso en español y, ya que yo era el único en el grupo que tenía experiencia con la lengua, herencia de mi experiencia en Las Filipinas, nos divertimos mucho al elegir la comida."

Regina Courts

"El cajero intentó quedarse con uno de mis pesos mexicanos, con la excusa de que no tenía cambio, esperando, por supuesto, que los pocos centavos en cambio fuesen ignorados con un saludo. “¿Acaso no son todos los americanos gente rica y no nos dan propina?” Pero comenzamos bien exigiendo cada centavo que habíamos traído y al final los obtuvimos. Entonces nos dirigimos al centro de la Ciudad con Luis, quien manejaba el carro. A los guías les gusta manejar, pero si un viajero tiene el respeto debido para con su auto, manejará por sí mismo ya que a los choferes en México les gusta conducir  a un par de pies de distancia del carro delantero y a ritmo veloz, cosa que en esas calles tortuosas y estrechas significa daño para cualquier auto. Todo mundo en México camina por el medio de la calle; los burros con sus pesadas cargas también. La reacción del transeúnte común es muy lenta y el sonido del claxon parece no ser notado por varios segundos y entonces son muy propensos a saltar tanto de un lado como de otro para después  tratar de cruzar hacia el otro lado. Fue una maravilla que no matásemos a algunos en este viaje. Y ciertamente lo hubiésemos hecho sin el cuidado que procuramos durante todo el recorrido".

 El Obispado y la Plaza Zaragoza
                     
"Monterrey. Esta ciudad es el centro fabril más grande de todo México y yace al pie del extremo oeste de la Sierra Madre. Está por completo rodeada por esa cordillera [….] La influencia española sigue persistiendo aquí, pero entre sus viejas iglesias y otras construcciones que reflejan la marca de una era pasada, hay hoteles y cafés espléndidos, modernos en todos los sentidos."
"Por toda la ciudad, la vieja vida pintoresca permanece como era hace un siglo. Paseamos en el carro por la ciudad aquella tarde y el guía Luis, nos subió por una carretera áspera, pedregosa y tortuosa, que nos condujo al punto más alto de la ciudad y finalmente, después de chocar sobre quicios de piedra, llegamos al “Obispa [sic] (Palacio del Obispo) una estructura imponente tipo iglesia, construida hace dos siglos en la cima del “Chipe Verde[sic] [1]. Oscurecía en ese momento y nos sentimos incómodos ya que era el lugar ideal para un atraco, pero no sucedió tal cosa, en cambio vimos, con interés,  el área de la ciudad iluminada con luz eléctrica, descansando en el fondo y circundada por las vecinas montañas."

"Fuimos entonces a la Plaza Zaragoza a escuchar la banda y a mirar la función: una suerte de costumbre urbana, en la que las muchachas y los jóvenes caminan por el parque, cada uno por su camino y llegan a “encontrarse con respeto”.  Vestidos con su mejor ropa, con sonrisitas y  100% seguros de sí mismos, pasean al compás lento de la música de la banda, lanzan tímidas miradas mutuas mientras pasan por sus caminos separados. Una clase de gloriosa fiesta municipal del coqueteo."

"…a pesar de los tentadores paseos en torno a Monterrey, nos pusimos en marcha al día siguiente. Era temprano y la mañana brillante, después del desayuno en los Regina Courts. Probamos varios tipos de bebidas nativas en Monterrey y el sabor de  “La Noche de Monterrey” aún persistía, pero  se borró con un shot o dos de aguardiente….”

Montaron su “pequeño Chévrolet” y tomaron la carretera que sale para la Villa de Santiago. Su siguiente destino fue Ciudad Valles“Por todo el camino desde Monterrey – escribe Welch – nos topábamos y observábamos grupos de soldados mexicanos, aparentemente patrullas de caminos, ya que los pobladores están inclinados de vez en cuando a convertirse en bandidos. Casi cada hombre carga un largo y buen machete bajo el brazo y un par de dagas al cinto, o faja y algunos pocos son lo suficientemente ricos como para presumir una pistola al flanco. A lo largo de la carretera notamos pequeñas cruces, plantadas por las autoridades en los lugares donde se encuentran enterrados los cadáveres de las personas encontradas muertas. Frecuentemente estas cruces exhiben las palabras “Mort por le Machete” [sic] (Muerto por un machete) lo que ciertamente indica que algunas personas han encontrado esa muerte violenta en aquel sitio. … Como quiera que sea, durante nuestro largo viaje de unos 2,500 millas en México, no tuvimos la más leve dificultad con los miles de hombres que nos topamos en las carreteras. Es verdad que parecen más bien hoscos y poco comunicativos  pero a menudo recibíamos las más cordiales sonrisas y el saludo de “Adiós Amigos”.






[1] Sic por Obispado y Chepe Vera respectivamente. Pero no estoy seguro si sea un error del paleógrafo al interpretar la caligrafía de Welch.

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