Traducción del Capítulo XLIII de la “Narrativa Personal” de John Russel Bartlett
DE
SALTILLO A RINGGOLD BARRACKS
Diciembre 10 [1852]. Como
no nos encontrábamos aún fuera del alcance de los indios, solicité y las autoridades
locales me concedieron, una escolta de 10 jinetes que se hallaron puntuales en
el lugar dispuesto para comenzar. Estaban hechos todos los preparativos,
dejamos Saltillo esta mañana, pero no habíamos avanzado sino tres o cuatro
millas, lentamente sobre un suave y parejo camino, cuando la rueda de otro
vagón se estropeó sin causa aparente. Al examinarla se halló que la mayoría de
los rayos y el aro estaban rotos, por tanto la rueda estaba completamente
estropeada. Afortunadamente teníamos cerca la fábrica del Dr. Hewison, a la que
cabalgué de inmediato y fue oportunamente construida por el superintendente con
una biga que enganchamos al final del eje como un remolque. Después de la
demora de una o dos horas, nuevamente seguimos adelante. Pasamos muchas
haciendas y ranchos, y después de avanzar doce millas entramos al famoso puesto
de “Rinconada”[2]. El camino
ahora comenzó a ser muy irregular con una secuencia de cerros y valles,
mientras las montañas ásperas y altas se alzaban a ambos lados. El valle tiene un promedio de dos millas de
ancho. Pasamos un monumento levantado por las damas de Saltillo sobre en el
lugar donde algunos americanos habían sido acecinados por ladrones. Después de
avanzar unas 25 millas, llegamos a un rancho de paso llamado Los Muertos, donde
justo al atardecer, acampamos. Un pequeño arroyo corre en línea con grandes
campos de algodón.
Figure 8 Rinconada Pass, mirando hacia el Oeste 10 y 11 Dic. 1852 |
Diciembre 11. Hacía mucho frío cuando dejamos el
campo esta mañana, nuestra elevación ahora era 6104 pies sobre el nivel del
mar, por tanto todos se habían envuelto en sus colchas o capas. Los de nuestra
escolta, con sus llamativos sarapes, presentaban una escena pintoresca. Pronto, después de partir, llegamos a una estrecha y empinada pendiente
en la que nos vimos obligados a esperar por un tren que subía, antes de poder
nosotros descender. Aquí el paso no
excede quinientas yardas de ancho. Cerca de esto, a la izquierda está un ramal de la montaña que sobrepasa y
domina el cañón, en el que el General Ampudia levantó un montículo o trinchera
con el propósito de vigilar el avance de la armada americana. Mientras el tren
esperaba, salí a examinar este trabajo, que estaba sólo a unas cuantas varas y
realicé un boceto del magnífico Valle. A lo lejos pudimos percibir la pintoresca
cumbre de la Sierra Mitra[3] llamada así por la notable semejanza de una
de las cumbres de la serie con la Mitra de un obispo. El lugar elegido para el
montículo hubiera sido grandemente embarazoso para nuestro ejército si se
hubiese mantenido, pero después de la caída de Monterrey fue abandonado.
Figure 9 John Russell Bartlett, Rinconada Pass— Cerro de las Mitras a la izquierda. Cerro de la Silla a la distancia. Diciembre 11, 1852 |
Pronto después de descender este cerro,
llegamos al rancho de Rinconada en un curioso rincón en la montaña semejando
una herradura, que da su nombre al lugar. Por el número de árboles frutales y
tierras de cultivo fue sin duda alguna vez un lugar próspero. Ahora todo
parecía estar arruinándose rápidamente.
Continuamos descendiendo todo el día,
sin embargo, debido a la aspereza del camino, y nuestra carreta de tres ruedas,
nos vimos obligados a conducir con gran precaución para no volver a quedar
parados. Nuestra escolta nos mostró, según avanzábamos, otro rancho, que había sido atacado por una banda de indios
unos meses antes y todos sus habitantes muertos.
No pudimos llegar a Monterrey como
esperábamos hacerlo, y fue mucho tiempo después de que oscureciera cuando
alcanzamos la villa de Santa Catarina, en las faldas de la Sierra Madre y a
unas veinte millas de Rinconada, donde acampamos.
Diciembre 12. Pronto después de partir, pasamos el
Molino de Jesús María, un gran Molino de harina y a poca distancia llegamos a
la Loma de Independencia sobre la que se encuentra el palacio del Obispo, tan
celebrado en las operaciones de la armada americana durante la Batalla de
Monterrey. Alcanzado ahora el valle en que se encuentra la ciudad, pasamos
recintos amurallados, donde junto con variedades de árboles frutales y
ornamentales, vimos algunos llenos de naranjas y limones. Casas de piedra con
altos techos de paja, rodeadas de hermosos jardines con un aire de confort
mayor que cualquier otro que hayamos visto, alineadas a la entrada de la
ciudad. Al entrar, cabalgamos hacia un corral.
Y después de acotejar carros y animales, nos alojamos en el Hotel de Coindreau,
un amplio edificio con un gran patio, en el estilo del país. Pudiéramos haber
imaginado que había otro bombardeo por el ruido del cañón, al entrar en la
ciudad, pero resultó ser nada más formidable que la celebración del día de
la “Santa Señora de Guadalupe” una de
las más grandes fiestas en el país.
Diciembre 13. Sin perder tiempo poniendo a trabajar
al herrero y al carpintero en tanto salimos a ver que había de sobresaliente en
y sobre la ciudad. Encontramos varios americanos en el lugar, aunque el número
ha disminuido bastante en el año. Hay muchas grandes tiendas, y se puede
encontrar todo tipo de artículos en ellos. En muchos el dependiente habla
inglés, aprendido durante la ocupación de la ciudad por los americanos. Un
importante comercio ha crecido entre Monterrey y los Estados Unidos, que tiende
a americanizar el lugar. Al tiempo de nuestra visita, el singular estado de la
frontera ha contribuido enormemente a incrementar este comercio.
Pronunciamientos, otro nombre para revoluciones, estuvieron en boga en
matamoros, Camargo, Monterrey y otras ciudades, bajo varios pretextos
políticos, mientras que el verdadero objetivo era destruir las oficinas
aduanales, para poder introducir mercancía sin impuestos. Así, grandes
cantidades se han ingresado y enviado al interior del país.
Nos dirigimos al Obispado desde el cual,
así como desde la Loma de Independencia atrás de él, se obtienen buenas vistas de la ciudad. Este es un
hermoso edificio de piedra antiguo y en
sus días sería sin duda una estructura elegante, estaba en ruinas, sin embargo,
mucho antes que el General Worth lo tomara. El cerro en el que se encuentra es
cerca de ciento veinticinco pies de altura, pero la porción donde las fuerzas
americanas hicieron su ataque, es unos cincuenta pies más elevada. Al
alcanzarla dominaron el lugar en el que los mexicanos se habían parapetado tras
una fuerte trinchera, pero que pronto se vieron obligados a evacuar.
La ciudad se encuentra en una llanura a
una milla de distancia, y la rodean hermosos jardines y huertos, sus blancas
casas presentan un fuerte contraste con el verde profundo del follaje. Hacia el
sur, corre un pequeño arroyo, un ramal del Rio San Juan, a la mitad de un gran
arroyo, más allá en el que un chaparral se intercala con campos de maíz, se
extiende cerca de siete millas hacia el Cerro de la Silla, una de las montañas
del país más singulares en su forma. Esta
montaña está aislada, y forma el último enlace de la gran cadena que tan
abruptamente termina aquí. Al Norte y este de la ciudad, una gran llanura se
extiende hasta donde alcanza la mirada, en la que por aquí y allá hay campos de
maíz y caña de azúcar entre grandes chaparrales. Más o manos a media milla de
la ciudad en esta llanura, está el “Black Fort” o ciudadela, una prominente
construcción en su fortificación. Fui a esta este fuerte, pero aunque envié mis
credenciales al comandante, se me negó la admisión.[4] Cubre un área de unas tres hectáreas.
Sus paredes son de sólida construcción, con bastiones dominando el acercamiento
del lado norte. Al lado este de la ciudad, hay varios reductos, así como a lo
largo del margen del arroyo. Fue en la toma de éste durante la cual sufrió más
nuestro ejército. Las viejas tenerías, donde hubo un encuentro fuerte, permanecen
tal y cual las dejaron nuestras tropas. Un caballero americano familiarizado
con la historia de este encuentro, me acompañó en una visita a este cuartel, y
señaló varios lugares.
Monterrey es la capital del estado de
Nuevo León y tiene una población de entre 15 y 18 mil almas[5]. Es la única ciudad que visité en
México (exceptuando Hermosillo, Sonora) que está creciendo. Aquí progresaban
las mejoras. Muchas casas de buena calidad estaban en proceso de construcción,
otras estaban en reparación y todo tiene la apariencia de ser un lugar con
actividad y desarrollo. Las calles están pavimentadas y se mantienen limpias.
Mucho se ha hablado de la suciedad de los pueblos mexicanos, yo puedo
testificar que los inspectores de las calles de nuestra Nueva York podrían
beneficiarse del ejemplo de Monterrey.
Visitamos la Iglesia en la plaza, que ha
sido el hospital de nuestras tropas. Tiene algunas pinturas de mala calidad y
una gran cantidad de chapa de plata abundante. Las tropas mexicanas fueron a
esta plaza antes de capitular.
La ciudad tiene una elevación de 1626
pies sobre el nivel del mar. Por tanto estuvimos descendiendo desde que dejamos
la Encantada en una distancia de 76 millas, 4478 pies[6]. Con este descenso repentino, notamos
un cambio brusco de temperatura. Mientras estuvimos en las altas mesetas, las
mañanas y tardes eran invariablemente frías, por tanto era necesario abrigarse
con las capas. Todos estábamos contentos de reunirnos alrededor del fuego
cuando había combustible suficiente para hacerlo y por la noche eran necesarias
3 ó 4 cobijas. Ahora, por el contrario, sentíamos el genial calor de Junio, con
rosas floreciendo al aire libre, ropa ligera se sentía cómoda y las noches eran
tibias.
Diciembre 15. Continuamos nuestra jornada esta
mañana. Pasamos cerca de la ciudadela, donde nuestra escolta de 10 dragones,
amablemente concedidos por el gobernador se unieron a nosotros. Nuestro camino
ahora era a través de una gran llanura sin montañas ni cerros. Pasamos varios
Ranchos, donde la gente se dedicaba a hervir azúcar. Esta región produce buena
caña, pero no se cultiva tanto como suponíamos. Pasamos también el pequeño
pueblo de Santo Domingo y San Francisco. Tres millas más allá nos detuvimos en
Agua Fría, un pueblo extenso construido sobre los dos lados de un arroyo
profundo.
Diciembre 16. El camino descendía como lo hacía ayer
y estaba delineado a ambos lados por densos chaparrales. Hicimos un alto al
mediodía junto a un buen arroyo, el Río Meterus (sic) justo pasando el pueblo
de Marín. Pasamos Agua Negra, donde durante la guerra, el General Canales, con
una guerrilla, quemó el tren de carros de los Estados Unidos, y mató a los
desarmados cocheros. A las 3 llegamos a Ramos, un pequeño pueblo agrícola, 18
millas de nuestro último campamento, donde nos detuvimos. A nuestra llegada la
gente se reunió rápidamente en torno nuestro. Por ellos nos percatamos de que
había en el lugar una enfermedad extrema. Muchos de ellos sufrían de
fiebre.
Diciembre 17. Nuestro camino hoy fue muy accidentado
y pedregoso. Chaparrales y pequeños árboles cercanos cercaban la carretera,
haciendo la marcha aburrida y monótona. A las 4 P.M. acampamos en un rancho
cerca del pueblo de “Carrizitos” donde nos abastecimos de agua y maíz.
Diciembre 18. Entre Monterrey y el Rio Grande, cruzan
por el chaparral varias carreteras, algunas corren hacia Reynosa, otras
conectando aldeas y ranchos. Se nos informó de esta dificultad, pero como el
mensajero que trajo mis cartas desde Camargo y Encantada, dijo que conocía
todos los caminos, me dejé influenciar y lo dejé actuar como guía. Hoy, sin
embargo, confundió su camino y nos llevó hacia un bosque casi intransitable. No
pudimos regresar y nos vimos obligados a abrir camino durante algún tramo antes
de lograr tocar carretera nuevamente. Afortunadamente nos libramos sin
accidente, después de una o dos horas de retraso.
Poco después, nos enfrentamos a un
accidente que pudo haber probado ser más serio. Este fue la pérdida de una de
las cajas de hierro del eje de la rueda. El tren se detuvo y fueron enviados
algunos hombres en su búsqueda quienes la hallaron cuatro millas atrás.
Alcanzamos Cerralvo a medio día. Este es
un pueblo más bonito que cualquiera que hemos pasado desde que dejamos
Monterrey. Muchas de sus casas son de piedra, y construidas con gusto. Seguimos
adelante y acampamos en Puntiagudo, a unas 24 millas desde el último
campamento. Esta es una pequeña aldea, que aún muestra los efectos de la última
guerra en las paredes desnudas de las ruinosas casas. Un pequeño arrollo cruza
por aquí uno de los tributarios del Alcantra (Sic)
Diciembre 19. Nuestro camino continuó sobre pequeños
cerros con profundos y estrechos arroyos al fondo, uno de los cuales nos costó
una rueda y una lengüeta. Algún ocasional barranco con abruptos bancos era
suficientemente peligroso. Pero hoy todo el terreno parecía estar plagado de
ellos, haciendo precisa mucha precaución para prevenir accidentes. Después de
30 millas de continuos chaparrales y malas carreteras, alcanzamos la ciudad de
Mier, junto al Rio Grande. Marcaban las 8 en el reloj, pero sólo hasta la media
noche pudimos conseguir maíz para los animales y alcanzar tranquilidad en
nuestro campamento.
Mier es un viejo pueblo en los bancos
del Alcantra, un pequeño arroyo que desemboca en el Rio Grande 3 o 4 millas más
allá, y parece, como la mayoría de los pueblos mexicanos, estar en decadencia.
En 1828 su población era de 2821. Hoy es mucho menor. Muchas de sus casas son
de piedra, y bien construidas. No tiene tierras capaces de irrigación. La gente
consecuentemente, se ve obligada a depender de otros oficios diferentes de la
agricultura para mantenerse y ésta, sin duda, es la razón de su carácter
industrioso. Mier se jacta por sus manufacturas finas de sarapes y cobijas. Y
hay muy pocas casas en las que no se vea la una mujer ocupada en tejer. Estos
sarapes, que son usados por todas las clases, están hechos de lana, adornada
con variedad de figuras y diversidad de colores. Cuestan de seis a cien dólares
cada una según su cualidad y ornamentación.
Esta ciudad ocupa un importante lugar en
los anales de la revolución de Texas en relación a su captura por los texanos,
bajo el mando del Coronel Fisher, su final rendición a favor de los mexicanos y
su subsecuente historia[7].
Seguimos hacia el Rio Grande sobre Mier.
El carácter del paisaje cambia para mejor, los terrenos son cada vez más
fértiles. Las costas son, en su mayor parte, una estrecha franja de arena o
grava rodada por acantilados de varias alturas. Cerca del río crecen sauces y
ocasionalmente cipreses blancos, mientras que más lejos abunda al mezquite, el
ébano, etc.
En Octubre de 1846 se realizó un intento
exitoso de lanzar en el Rio Grande el buque de Vapor desde los Estados Unidos
por parte del Mayor Brown, y por orden del General Patterson, con una revisión para comprobar si fuese
posible establecer una comunicación entre Camargo y el Presido del Norte. Este buque se sumerge solo dos pies en el
agua. Afronta pocos obstáculos para alcanzar el río Salado, casi un ciento de
millas por agua al norte de Mier. Más allá, había una serie de bancos de arena,
piedras y corrientes rápidas, en las que el bote encalló en varias ocasiones.
Al fin llegó a Laredo, un pueblo con unas 600 millas por agua desde la
desembocadura del río. Más allá de este sitio se cree que con el desembolso de
de 100 mil dólares, para remover obstáculos, el río podría convertirse en
navegable para botes que se sumerjan 4 pies en el agua[8].
Diciembre 20. El camino en malas condiciones de ayer
nos dio bastante quehacer y nos causó varias horas de retraso. La buena gente
del pueblo se aprovecha de este atraso y pronto abarrota el campamento, cada
uno trayendo en sus brazos sarapes a la venta. Y yo dudo si, desde la ocupación
del país por los americanos, han encontrado un buen mercado para sus
productos. Muchos caballeros del grupo
estuvieron deseosos de llevar a casa con ellos uno de estos artículos. Y ahora
se presentaba la oportunidad de comprarlos frescos del telar y a precios más
bajos de los que habíamos visto en las tiendas de Monterrey y Saltillo, indujo
a muchos a asegurar sus especímenes.
Caminando alrededor del campamento, me
llamaron la atención algunas concas de
ostras, que sobresalían por encima del banco de lodo y al seguir analizando a
lo largo de 70 yardas hacia el sur, hacia un arroyo profundo, noté una gruesa
capa de conchas de un género de Ostrea, en sus lados y base. De acuerdo del Dr.
Rilden, estas capas se extienden hasta cerca de Laredo. Y el Dr. Wislizenus las
encontró dos millas al sur de Mier en los bancos contiguos al río. Nuestro
campamento estaba cerca del pueblo, y la superficie de los bancos de barro
donde las encontramos eran al menos 50 pies por encima del río.
Ahora, nos dirigimos a Camargo, distante
25 millas, siguiendo los bancos occidentales del río a través de una jungla de
Chaparrales. Después de varias millas de distancia en el banco opuesto, vimos
el pueblo de Roma. Y pronto después nos animamos al ver un pequeño barco de
vapor, que ocasionalmente navega hasta aquí. Es evidente que la navegación se
ejecuta con dificultades, ya que lo vimos más de una vez atorarse en bancos de
arena que aquí comienzan a obstruir la navegación.
Dándonos cuenta que el tren no llegaría
a Camargo antes de que oscureciera, y comenzando a estar ansiosos por
llegar a Ringgold Barracks tan pronto
como fuera posible me puse en camino con antelación, acompañado por Mr.
Radziminski y nuestro guía. Al alcanzar el rio san Juan, un gran río que entra
al Río Grande, tres millas distante de Camargo, y en el que se encuentra esa
Ciudad, encontramos un cuerpo de trescientas o cuatrocientos soldados
mexicanos, caballería e infantería esperando cruzar. Este río es bastante
profundo y lo cruza un transbordador atado a una cuerda que se extiende de un
extremo al otro. Y ya que el bote carga solo unos cuantos caballos, era
evidente que si esperaba a que cruzara todo el grupo, yo no lo lograría en las
durante horas. Envié a mi guía (que
parece era un soldado perteneciente al mando de Camargo), con mis
felicitaciones para el comandante oficial, Coronel Cruz, para que me permitiese
cruzar de una vez. Este caballero muy gentilmente accedió a mi petición y
dispuso que el bote nos transportara a mí y a mi grupo inmediatamente. Al
llegar al lado opuesto, me dirigí al cuartel del coronel Cruz, para presentarle
mis respetos y pedirle permiso de consentir que el tren de la Comisión
Fronteriza parara sin ser molestado. Me aseguró que todas las instituciones
deberían facilitar el paso del tren a través del Río San Juan y de allí a la
línea Americana. Había aquí algún peligro, porque este oficial estaba en
rebelión contra el gobierno mexicano y si no fuera por el personaje de mi
grupo, no le hubiera permitido pasar tan tranquilamente. Hemos tenido también
un estrecho escape del jefe rebelde Carvajal, quien con una banda de algunos
doscientos tipos desesperados ha estado devastando la frontera. Hemos oído
hablar de ellos en varios lugares después de dejar Monterrey. Y en un pueblo
supimos que habían pasado precisamente el día anterior.
La población de Camargo es casi la misma
que la de Mier. Sus casas están construidas de piedra o adobe. Hay aquí más
tierra de cultivo y se llevan a cabo las mismas industrias que en Mier. Antes
las guerras de los indios y las guerras de Texas había numerosos ranchos en
ambos lados del Río Grande. Sus ocupantes se empleaban principalmente en la
cría de ganado, que en algún tiempo, sobrepaso nada menos que 40 mil cabezas.
Estos establecimientos se hallan ahora destruidos o abandonados. Durante la
última guerra, el ejército americano tuvo una gran bodega en este lugar. El
buque de vapor que navega el Rio Grande, no tiene dificultad en llegar hasta
Camargo. En corriente está alta, los botes se sumergen cinco pies lo levantan
con seguridad.
Un viaje de 3 millas, después de dejar
Camargo, nos trajo hasta Rio Grande, que cruzamos en una Chalana. Su ancho aquí
oscila entre ciento veinticinco y ciento
cincuenta yardas, con bancos empinados. Del lado americano hay un considerable
asentamiento, conocido como rancho Davis y a una media milla abajo está un
puesto militar conocido como Ringgold Barracks. Me dirigí por fin allí y me
encontré con el Mayo Paul, el Comandante oficial y los miembros de la Comisión,
quienes con el mayor Emory, y los peritos de Estados Unidos esperaban mi
llegada.
Diciembre 21. Nuestro tren llegó al banco opuesto
del rio San Juan anoche, y se ocupó el día entero de hoy en cruzar ambos ríos
hasta que el grupo acampó cerca de las barracas.
[1]
Los bocetos de John Russell Bartlett porceden de John Russell Bartlett Image
Collection / The John Centre Brown Library at Brown University y datan de
Diciembre de 1852 http://jcb.lunaimaging.com/luna/servlet
[2] Rinconada: un rincón o pasaje
macabro.
[3] Sic. Por cerro de las Mitras
[4] En mis múltiples jornadas a través de
México, esta fue la única instancia de este tipo con la que me tropecé.
[5] Mis estimados de la población
de ésta y otras ciudades, proceden de las autoridades mexicanas y no son
siempre confiables. La gente está siempre demasiado apta para sobre-estimar a
la población en sus ciudades y se niegan a declarar su declive.
[6] Encantada, según el Dr. Wislizenus,
se encuentra a 6104 pies sobre el nivel del mar.
[7] Este grupo, que consiste de
261 hombres, cruzó el Rio Grande, donde encontraron a las fuerzas mexicanas de
2340 hombre, con quienes enfrentaron una severa batalla, y tomaron posesión de
Mier. En esta pelea, de acuerdo a la narración del General Green, un oficial de ese tiempo, las bajas de
los Texanos fueron muertos y 23 heridos – mientras que las de los Mexicanos,
entre setecientos u ochocientos muertos y heridos. Al final los Texanos fueron
inducidos a rendirse ante el General Mejía, bajo ciertas promesas que les
fueron dadas por el General Ampudia. Se les colocó bajo una guardia de 300
hombres y marcharon hacia la Ciudad de México. Después de que pasaron Saltillo
y habían cruzado San Luis Potosí se alzaron contra su guardia Mexicana en un
puesto llamado Salado, los superaron en fuerza y se escaparon. Si se habrían mantenido unidos y seguido los
caminos, hubieran encontrado agua y alimento y hubieran sin duda ganado la
frontera de Texas. Sin embargo, se dispersaron y buscaron las montañas, donde
sufrieron en demasía por la falta de agua y alimento. La población total se
alzó tras de ellos. Los pequeños grupos fueron capturados y el principal
cuerpo, constreñido a la hambruna, finalmente se rindió. Marcharon nuevamente
de regreso al Salado, donde, por orden del General Santa Ana, fueron diezmados.
Un total de 170 prisioneros, 17 fusilados, y el resto fue enviado a la ciudad
de México. De estos, 35 murieron por las penurias y el hambre. Siete fueron
liberados por mediación del Ministro Americano y cuatro por la intercesión del
Ministro británico. Etc. - Green's
History of the Texan Mier Expedition.
[8] “Tilden's Notes on the Upper Rio Grande" de una exploración hecha por orden del Mayor General Patterson.
Nota: En este enlace puede encontrarse un documento PDF de todo el artículo sobre Bartlett, su paso por Monterrey y sus bocetos.
Nota: En este enlace puede encontrarse un documento PDF de todo el artículo sobre Bartlett, su paso por Monterrey y sus bocetos.
6 comentarios:
No es de extrañar que solicitara una escolta, en esa época los ataques de los Indios eran feroces en esa zona. Increíble que en el Puesto de Los Muertos existieran plantíos de algodón y un arroyo en esa época, ahora no es más que un paraje desolado, con las 2 carreteras atravesándole. Rinconada, por otra parte, siempre ha sido un pequeño oasis en ese camino. Es una lástima que su pequeña hacienda, con algunos rasgos muy interesantes de arquitectura vernácula, se esté cayendo a pedazos. Otra evidencia más de que el nombre original siempre fue "La Mitra". Queda la duda sobre la ubicación del hotel Coindreau. ¿tal vez el nombre original del hotel San Fernando, luego Barón y hoy Colonial? Al lado estuvo después otro francés, Pedro Lambretón, con su mercería francesa.
Geniales todos los bocetos, particularmente el No 11, que descubre una ciudad formada principalmente de pequeñas casas con techos cubiertos de palma, y que muestra la verdadera dimensión del cauce original del río Santa Catarina, con grandes barrancos en el lado sur.
Cabe preguntarse: si en el boceto de 1952, no existía todavía la cúpula del Obispado, ¿porqué cuatro años después aparece ya esta, cuando la invasión francesa a la ciudad? ¿a quién le puede haber interesado emprender una obra costosa en un edificio que ya se encontraba ruinoso?, sobre todo en una época en donde la situación de la ciudad era tan precaria en muchos aspectos. Ahí tenemos un enigma más interesante y concreto que la jalada esa del túnel para carretas que recorría desde Catedral hasta el Obispado.
EL río Alcantra que menciona Russell, no podría ser otro que El Alamo, que pasa cerca de Mier.
Increíble que un "Steamboat" lograra navegar hasta Laredo. Aquí un articulo interesante sobre el tema de la navegación en Texas (hasta abajo viene algo referrente al río grande).
http://www.forttumbleweed.net/steamboats.html
Perdón por lo extenso de los comentarios.Pero la entrada bien los valía.
Un saludo Jorge.
Perdón, era Bartlett el apellido.
Muchas Gracias de Nuevo J. Crouset. Y lo de 1952 es un error de dedo debe ser 1852 que corregiré también en la redacción arriba. Pero sí es extraño que en 1852 no tenga todavía su cúpula el Obispado. Como dices es un enigma interesante. Desde hace tiempo me tenía intrigado la apariencia del obispado por su parte delantera sin cúpula ya que los dibujos que proceden del tiempo de la guerra del 46 al 48 muestran solo su parte posterior. Por el boceto y la evidente destreza de Bartlett y su precisión en las dimensiones y proporciones. Además de que se encontraba en una expedición digamos científica creo que se debe tomar como dato seguro que en 1852 el obispado no tiene cúpula. A menos que el boceto no esté terminado, pero hubiera sido relativamente fácil marcar la curva de la cúpula en el dibujo. ¿qué opinas? Gracias de Nu
evo
Perdón, quise decir 1852.
Yo me inclinaría por los años del 53 a 56, como las fechas posibles de su edificación.
Me sigue intrigando su construcción, en un edificio que el soldado J.W. describió como "un montón de ruinas".
Saludos.
Gracias J. Crouset. Yo también quise decir 1850. Después de tu primer comentario me percaté de que estaba mal escrita la fecha al pie de la ilustración. Ya la corregí en el blog pero debe seguir errada en el documento Pdf. Esto del obispado es una verdadera intriga. La mayor parte de su existencia parece haber permanecido ruinoso. Por suerte no sucumbió. Lo que dices en otro comentario es buena observación. Quizá con el "patrocinio" o impulso francés se logró terminar la cúpula. Un saludo
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