3.
¡Vivan los Rurales!
A pesar de los defectos de esta institución y los casos de corrupción e
impunidad en los que pudieron verse envueltos, la gente quería a los rurales. O
quizá más que quererlos sentía hacia ellos una mezcla de admiración y temor.
Sería famosa en aquel tiempo la frase “allí
vienen los rurales” con la cual, dicen algunos autores, los delincuentes
ponían “pies en polvorosa”. Emerson
se pregunta ¿Causaría asombro que el solo
nombre de los rurales sea suficiente para causar terror en los corazones de
algunas personas de pies ágiles a lo largo del Río Grande?[1] refiriéndose muy probablemente a los ágiles pies de los grupos étnicos del
norte de México.
Otra frase famosa según el mismo
autor era: “besar y cabalgar como un
rural” expresando el estilo de vida de los Rurales y dos elementos
esenciales a su existencia. Él mismo afirma “De
verdad, un rural en su atavío completo sobre un caballo, es una imagen que
agrada a los ojos de la mayoría de las doncellas. Vestido en tono rojizo, gris
ratón o negro aterciopelado de suave cuero desde el cuello hasta los tobillos,
con elaboradas “grescas” de seda y botonaduras sobre la corta chaqueta bolera y
el chaleco o sobre las costuras exteriores de los ajustados pantalones de
cuero, con un sarape color rojo sangre al hombro y con los destellos de plata
sólida sobre el sombrero, la silla y las espuelas, estos hombres delgados con
sus oscuros rostros, penetrantes ojos y fieros bigotes negros, proyectan una
imagen que nadie que haya estado en
México puede olvidar.”
Eran, según dicen algunos, el deleite de los extranjeros, la alegría de
las fiestas, especialmente la parada militar del 5 de Mayo y los desfiles por
el zócalo frente al Palacio de Gobierno y por el Paseo de la Reforma. La gente
los aplaudía y les gritaba ¡vivas! Y se brindaba por ellos. En una de aquellas
fiestas, el 3 de Mayo de 1891, el poeta Juan de Dios Peza hace un brindis
improvisado por los rurales de México[2]:Rurales en Gomez Palacios c. 1910 Por American Press Association, New York The Library Of Congress Prints And Photographs Online Catalog |
¡POR LOS RURALES!
IMPROVISACIÓN EN EL
BANQUETE DE 3 DE MAYO DE 1891.
La voz mal, torpe el acento
De la «influenza»
á la presión,
Pero sano el pensamiento
Y el espíritu contento
En esta franca reunión.
Brindo, cual siempre he brindado
Con plectro humilde y sincero,
Por el ranchero-soldado,
Que presenta uniformado,
Vivo, á Nicolás Romero.
Que tiene en monte y pradera
Por cetro un lazo en la mano,
Por corona su jarano,
Trono en su silla vaquera.
Qué orgulloso se cimbrea
Cuando el caballo relincha
Si el rancho vecino otea
Y ufano caracolea
Haciendo crujir la cincha.
Por el ranchero sencillo
Cuya riqueza á mi ver
La forman un vaquerillo,
Un jorongo del Saltillo,
Un rifle y una mujer.
Que en el palacio, en la choza,
De la tierra en la extensión,
Desde Marte á Zaragoza,
No hay quien no rinda á una moza
La espada y el corazón.
Brindo al que prefiere osado
Al «vol-au-vent»
el elote,
Y al «Champagne»
el «colorado»
Y al mejor faisán trufado
El «mole de guajolote».
Al jazmín las amapolas,
Y en música es su ideal,
No Valkirias ni mamolas
Sino el wals «Sobre
las olas»
Junto al Himno Nacional.
Por el que con frente ufana
Odia todo lo extranjero,
Y declara gente vana
Al que no echa una mangana
Ni luce en un herradero.
Por el que no halla en Europa
Semejante ni rival
En garbo, en usos y en ropa
Y que surge en nuestra tropa
Como tipo nacional.
Y por el hombre de honor
A cuyo augusto perfil
La gloria le da esplendor....
El caudillo vencedor
De Puebla en el dos de Abril.
De su renombre inmortal
Y por sus timbres mejores;
Es decir, los tres colores
Del pabellón nacional.
Y desde entonces la imagen del charro se quedó grabada en la memoria histórica y folklórica de nuestro país.
Guillermo de Landa y Escandón, Cap. Porfirio Díaz Jr, Don Porfirio Díaz
en TWEEDIE Alec Porfirio Díaz, Seven Times Presiden Of Mexico Hurst And Blackett London 1906 |
[1] EMERSON,
E. The Rurales op. cit.
[2] PEZA, Juan de Dios Las Glorias de México Música Épica Cantos ala Patria. Maucci Hermanos México Buenos Aires Habana 1904 p. 279.
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