martes, 5 de enero de 2016

Una Semana Siniestra en Monterrey, Agosto 21-28 de 1909 5/8 (Miércoles)

Miércoles 25 de Agosto de 1909

Mientras continuaron desde temprano las obras de demolición y limpieza en las ruinas del incendio, los representantes de las casas aseguradoras tenían ya un cálculo de las pérdidas totales y de lo que podían y debían pagar.

¿Cuáles fueron las pérdidas y quienes fueron los perjudicados? Veamos.

La manzana incendiada, fue, como dijimos antes, la que está rodeada por las calles de Padre Mier, Escobedo, Morelos y el callejón de Paras. En la esquina norponiente de Morelos y Escobedo se encontraba el edificio más antiguo y emblemático de la manzana: el antiguo palacio de Gobierno de Nuevo León, convertido en la Botica del León de los Señores Bremer y Compañía. En el mismo inmueble estaba una Tlapalería propiedad de la misma compañía Bremer. Al parecer allí se tenían pinturas y otros materiales inflamables y quizá por eso en una fotografía tomada al día siguiente se ve colapsado el muro en esa parte del inmueble. En la parte superior de la Botica, Droguería y Tlapalería habitaban las familias de Don Roberto A. Bremer y de Don Juan Reichman. En algún lugar de aquel edificio debió situarse también la oficina del Consulado de Austria-Hungria, cuyo cónsul honorario ese año era el Sr. Reichmann.
Croquis de la Cuadra incendiada con anotaciones a partir de la información de los periódicos de aquella semana. El original aparece en la primera plana de El Imparcial del 23 de Agosto de 1909. La escritura y marcas en rojo son mías.


Por la misma calle de Morelos, a continuación, se situaba el edificio de “La Reinera” “Uno de los más bellos de la ciudad” diseñado por el arquitecto Alfredo Giles. Este edificio es el único que queda de aquella época. Recibió algunos daños durante el incendio, pero no pereció en él.  Según las crónicas periodísticas de entonces, eso se debió al esfuerzo y al empeño de sus dependientes. El inmueble de dos pisos se extiende media cuadra por la calle Morelos hasta llegar a la esquina con Paras y continúa por ese callejón más de media cuadra hasta su límite con la Ferretería Sanford.


La Reinera Fuente: Justo Sierra: México Su Evolución Social Tomo III 1900 
La Ferretería Sanford estaba establecida en un inmueble de dos pisos propiedad de Don Marcelino de la Garza, vecino de Saltillo. En los altos de aquel edificio, se hallaba la oficina del Consulado Británico y probablemente la casa habitación del Cónsul Don John Bertrams Sanford. El inmueble se extendía desde la calle o Callejón de Paras, haciendo esquina en Padre Mier y proseguía un tramo hasta colindar con un edificio de 4 pisos propiedad de los Señores Bremer.

Propaganda del Almacén El Puerto de Liverpool de la Cd de México
El edificio de 4 pisos debió ser el más alto de la ciudad en ese momento. Era un diseño del Arquitecto Alfred Giles y sólo tuvo una existencia de escasos 2 años, pues había sido concluido en 1907. Según se deduce de las crónicas periodísticas sobre el incendio, allí se encontraba en el 3º ó 4º piso, el Laboratorio Químico de la Droguería Bremer en la que se producían las medicinas de patente que se vendían en el Despacho de la Botica. Debió haber en él un almacén de productos químicos altamente inflamables. Las notas periodísticas concluyen que allí comenzó el incendio. Los dos pisos inferiores daban cabida a la sucursal del almacén o “Cajón de Ropa” de nombre “El Puerto de Liverpool”, propiedad de los herederos del finado Don José Goodman, de Torreón, quien se habría suicidado un año antes (según la nota periodística de El Popular del 5 de mayo de 1908, por problemas de solvencia económica). Esa negociación no poseía un seguro contra incendios. El corresponsal de El Diario de México escribe en un telegrama: “la pérdida ha sido total para el propietario que ha quedado verdaderamente reducido a la más absoluta miseria.”

Continuando hacia el oriente, por la calle del Dr. Mier, se encontraba un inmueble propiedad de Don Isaac Garza. En esa casa de dos pisos, habitaba, probablemente en la planta superior, la familia Garza Lafón, mientras que en la planta baja, o en parte de ella, se encontraba la “Compañía Manufacturera de Tubería de Plomo”  del Señor Izaguirre.

La última propiedad de la cuadra era una casa de un solo piso. En ella se encontraba la tienda de abarrotes “La Bola de Oro” propiedad de Don Emilio Martínez. Ocupaba la esquina sur-poniente de Padre Mier y Escobedo.

Contiguo a la tienda de abarrotes (por la calle de Escobedo) se hallaba un edificio de dos plantas que, según los informes periodísticos, también era propiedad del Sr. Martínez. En ese edificio, en la planta baja, se hallaba el restaurante y cantina  de nombre “Salón Fausto” y en la parte superior la vivienda de la familia de Don Juan de la Garza. Junto al Salón, estaba un Cinematógrafo, que debió formar parte del mismo inmueble. Todas estas fincas en la esquina de Escobedo y Padre Mier no perecieron en el incendio y fueron las menos dañadas por él. Sin embargo el agua y la turbulencia durante la tragedia hicieron estragos en ellas.  Escribe el corresponsal de El Diario: “La cantina conocida con el nombre de Salón Fausto, uno de los sitios más bonitos de la ciudad, quedó completamente remojada”. Ni el Salón Fausto ni la tienda de Abarrotes poseían seguro.  El imparcial señala que las pérdidas de Don Emilio Martínez se debieron a la “gran cantidad de botellas de licor y latas que se rompieron o extraviaron durante el siniestro”. Y agrega que sólo hacía algunos días que el Señor Martínez “había trasladado su comercio a este local, cancelando su póliza de seguros la semana pasada”.

Esa era la situación de los dueños de los negocios de aquella cuadra. Unos poseían seguro contra incendio, otros no. Pero todos fueron perjudicados. Y lo que es “normal” en estos casos, las pérdidas superan los montos asegurados. 


Titular en EL DIARIO de México del 25 de Agosto de 1909

Habían pasado 4 días del desastre y los primeros cálculos de las pérdidas estaban muy por debajo de la realidad. Los periódicos ahora informaban que éstas ascendían a $2.079,000.00

Por informes obtenidos con los dueños de las casas y establecimientos – escribe el corresponsal de El Diario el día 25 de agosto – sábese  que las pérdidas son estas: Droguería Bremer, 1,400,000 pesos, incluyendo los edificios de las calles Mier, Morelos y Escobedo que quedaron destruidos. La Ferretería Sanford, 300,000, pesos sin incluir el edificio; este valdrá unos 50,000 pesos; “El Puerto de Liverpool” 250,000 “La Reinera” perderá por extravío de mercancías, roturas, reparación de algunos muros y defensa de los que se encuentran calcinados, 60,000 pesos. La Ferretería Langstroth por mercancías averiadas, reparaciones, pintura, etc., 4,000 pesos. La casa Izaguirre por averías en el mobiliario, 1,000 pesos. El Señor Emilio Martínez, dueño del Salón Fausto, por destrucción de mercancías 3,000 pesos. Líneas Telegráficas y Telefónicas, por reparación de pavimento, etc., 1,000 pesos.

Total de pérdidas mal calculadas, dos millones setenta y nueve mil pesos. Excepción del Salón Fausto, todos los demás establecimientos estaban asegurados pero en cantidades menores que su valor real, por lo que las pérdidas de todas maneras serán cuantiosísimas”.

Nota de The Brownsville Daily Herald
 del 24 de agosto de 1909
El cálculo de las pérdidas variaba de día a día y de periódico a periódico. El cálculo en dólares ascendía a un millón 400 mil según The Brownsville Daily Herald del 24 de agosto.  

Por otra parte, no se indica cuál fue la cantidad restituida a los propietarios y damnificados. En una brevísima nota de The Insurance Press a Newspaper for Insurers and Insured del 1 de septiembre (once días después del incendio) se señala que las pérdidas conjuntas de las Casas Bremer y Sanford ascendían a 500,000 dólares. Una cantidad muy inferior a la informada por los diarios mexicanos y extranjeros una semana antes. Sin duda fue una ardua empresa la de reclamar a los seguros la restitución justa.

El vecindario tenía también otras inquietudes además del incendio y sus inconvenientes. En aquella época revuelta y con las elecciones nacionales inminentes, los periódicos informaban sobre el paradero del Gobernador del Estado, el General Reyes quien se había postulado unos meses antes a la vice-presidencia, pero todo parecía confuso. Se decía que Don Porfirio no había querido recibir a Reyes y que lo había mandado a ponerse de acuerdo con su opositor político el General Treviño, jefe de la Zona Militar a que pertenecía Nuevo León. Se decía también que Don Bernardo Reyes estaba en Galeana rodeado de Militares, o que estaba en Cerralvo en una Junta. Había mucha confusión y cierta conmoción en el área. Los periódicos norteamericanos manifiestan una constante inquietud con el ambiente político en el norte de México. La lucha por el poder produce siempre daños colaterales.

Aquel miércoles, la familia del General Reyes partió en automóvil de Monterrey con rumbo a Galeana y los periódicos informaron que todo estaba en orden. Y añadían: “Se asegura que regresará en los primeros días del mes entrante”.

Entre las tragedias políticas y naturales transcurrían los días de aquel funesto agosto. 

Cayó una vez más la noche. Espesas nubes impedían apreciar las estrellas. Al momento un aguacero empapó cada rincón de la ciudad. Fue uno de esos chubascos que duran poco y mojan mucho. Finalmente la manzana en ruinas pasó a ser un montón de cenizas empapadas. Las brazas se convirtieron en trozos de carbón mojado. Sólo entonces cesó cualquier amenaza de fuego.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es verdad que Reyes ya arrastraba problemas con el Porfirísimo, sin embargo puede que su ausencia en momentos tan importantes para la ciudad, pudieron haber impulsado aún más las intrigas entre sus detractores.
Saludos.

Juan Crouset

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