Viernes 27 y Sábado 28 de Agosto de 1909
“Amaneció el viernes con síntomas
alarmantes” – escribió el reportero de El Correo Español. – El
huracán silbaba furiosamente y saltaban los vidrios de la ventanas
hechos pedazos. Seguía lloviendo, y con
verdadero horror vieron los vecinos que la corriente del río había subido más
de cinco pies sobre el nivel normal. Fue entonces cuando muchas familias se
decidieron a abandonar el barrio amenazado. Por desgracia, no todos los vecinos
obraron con tanta prudencia”.
Continuó lloviendo a lo largo de toda la jornada. Aquel día no era uno
que se pudiera aprovechar, al contrario, el agua a torrentes impedía que la
gente saliera de sus casas. Las calles se iban inundando de banqueta a
banqueta. A lo largo y ancho de toda la ciudad, a ambos costados del Río Santa
Catarina, cada rincón estaba anegado. “La
compañía de Luz había cortado la corriente para alejar un probable peligro y la
de abastecimiento de aguas cerró las compuertas de la gran presa de santa
Catarina, cuyo caudal debía venir a aumentar, más tarde, la corriente impetuosa
del río.”
El temporal interrumpió los hilos telegráficos y nuevamente la ciudad se
encontraba incomunicada con el mundo exterior.
En Monterrey, durante fuertes tormentas o huracanes, sucede algo
curioso. Si no te encuentras en el futuro paso de la avalancha formada por el
agua de lluvia convergente de las montañas circundantes, te sientes y estás a
salvo. El problema estriba en hallarse “obstaculizando” el paso de las
corrientes… la principal, la del Río Santa Catarina a la que convergen las
aguas de 32 cañones. Éste, completamente seco la mayor parte del tiempo, se
convierte en un “Rapid” con una
fuerza destructora extraordinaria.
La inmensa avalancha parece llegar sin
previo aviso. Esa sensación de seguridad e imprevisión es la que se describe en
algunos periódicos nacionales y, sobre todo, texanos al narrar la desgracia de
1909. El Sr. J. Riggs, por ejemplo,
recaudador del periódico “The Daily
Express” quien llegó dos días antes de la tragedia a Monterrey, la describe
así:
Río Santa Catarina-Cañón de la Huasteca c. 1909 |
“comenzó a llover la tarde en que llegué” – dijo – “La mañana
del jueves estuvo clara y lluviosa por la tarde. El viernes fue lluvioso y el
sábado, sin ningún aviso, llegó la inundación. Yo no la vi. Aquellos que la
vieron dicen que el agua llegó en una sucesión de hondas como de 20 pies de
altura. En un muy corto lapso de tiempo, el fondo del río, generalmente seco,
estaba inundado. Mucha gentes pobre vive en esta parte baja de la ciudad, pero
hay también un número considerable de casas muy elegantes allí abajo. Muchas
personas debieron haber sido aplastadas bajo sus casas porque las casas de
adobe no pudieron resistir al agua. Colapsaron muy rápidamente”.
No solo para este personaje texano, la inundación llegó sin aviso, los
regiomontanos también estaban desprevenidos: “sorprendió a todos los moradores de aquella barriada – escribe El
Correo Español – bien ajenos de pensar que la tormenta llegara a
tener tan fatales consecuencias”
Algunos documentos de la época indican que el desbordamiento del río sucedió
alrededor de las 11 pm del 27 y se fue agravando la situación rápidamente a lo
largo de las siguientes horas y la madrugada del día 28.
“Al principio los vecinos –
señala el diario La Opinión el día 29
– no obstante que veían los estragos de
sus casas no quisieron abandonarlas, pero al empezar a registrarse los
derrumbes huían hacia los montes completamente llenos de terror. La Luz
eléctrica se encuentra apagada, las comunicaciones telegráficas interrumpidas:
para comunicarse con Monterrey es necesario dar la vuelta por la frontera, el
ferrocarril nacional está paralizado y apenas si pueden llegar los trenes del
Saltillo hasta donde ha sido la inundación. La presa de santa Catarina se
desbordó también aumentando el inmenso caudal de agua que arroyó la ciudad. Se
están registrando escenas verdaderamente patéticas y emocionantes. Un capitalista rodeado de toda su familia y
subió en la azotea de su casa la cual estaba completamente rodeada por el agua
gritaba desesperadamente ofreciendo fuertes sumas de dinero porque le salvaran.
Hasta Cincuenta mil pesos llegó a ofrecer en medio de gritos aterrorizantes. A
consecuencia de la impetuosidad con que corría el agua era imposible darle
auxilio. Se ignora si lo salvarían”.
Por su parte, el reportero del Correo Español informa el día 30:
“Las personas que se vieron en el
agua y próximas a la muerte fueron muchísimas. No es posible describir el
espectáculo trágico de aquellos momentos angustiosos. Las mujeres levantaban en
alto a sus hijos, los hombres luchaban por salvarse y salvar a los suyos y un
coro inmenso de plegarias y gritos de espanto se confundían con los ruidos de
la tempestad cada vez más terrible”.
“Las primeras noticias de estas
terribles catástrofes no pueden nunca tener absoluta exactitud. A última hora
se ha recibido un mensaje en Méjico que hace subir el número de muertos a mil
doscientos. La gente pobre fue la más
perjudicada….”
Muchos de los sucesos narrados por los periódicos sobre la tragedia son impresionantes. Es difícil leerlos y no sentir tristeza. Entre las miles de víctimas hay de todo: niños, adultos, ancianos, ricos y pobres, hombres y mujeres embarazadas…
Estos son algunos de los trágicos sucesos registrados por la prensa:
“En el lado Sur de la ciudad,
había una escuela donde se
refugiaron cerca de noventa personas entre mujeres niños con algunos
sacerdotes. Mientras el agua subía iban todos pasando de una pieza a otra y así
sucesivamente hasta llegar a la última de la azotea. En eso se derrumbó el
edificio y todos fueron arrasados por la corriente en presencia de millares de
espectadores que del lado opuesto contemplaban cuadro tan desgarrador sin poder
ir en auxilio de las víctimas”. (La Opinión, agosto 30)
“Hablé con un hombre que vio a 60 niños y dos sacerdotes encima de un
edificio de adobe que sucumbieron cuando el edificio colapsó. No hubo
oportunidad de rescatar a quienes cayeron en el torrente. El agua llegó mucho más allá de la orilla y
hasta las calles principales” (The Daily Express, septiembre 3).
“En la calle Cuauhtémoc una
familia entera pereció ahogada a presencia de muchos espectadores que nada
pudieron hacer por ella. Un testigo presencial refiere que en momentos
culminantes de la desgracia los cadáveres eran arrastrados por una impetuosa
corriente en un hacinamiento macabro, mujeres, niños, ancianos, animales, todo
venía en horrible confusión desde las hacendas (sic) inmediatas. Un señor de
apellido Montelongo, al verse
irremisiblemente perdido, sacó su pistola y a la vista de todos se disparó en
la boca cayendo en las aguas que lo arrastraron moribundo. Muchas familias van
de un lado para otro locas de desesperación”.
El joven Francisco Espinosa rodeado de su esposa y sus niños luchó
valerosamente por salvarse durante largas y mortales horas. Se les arrojó un
cable al que se aferraron todos desesperadamente logrado salvarse. Espinosa ha
encanecido por el dolor en unas cuantas horas.
Ha habido héroes dignos de citarse
como los señores J. Grand, Federico
López, Francisco Reina, Ramón Miranda, etc. Y otros hábiles y robustos
nadadores que se arrojaron al torrente para salvar a las víctimas logrando
después de innúmeros esfuerzos recatar como veinte personas. (La Opinión, agosto 30)
La plaza Zaragoza es una verdadera
laguna intransitable. Por esas calles se ven arrastrados por la corriente
automóviles, muebles, caballos, coches cadáveres, aún con vida y mujeres que
tratan de salvarse en confuso tropel.
Un museo zoológico del Señor Alberto Villarreal donde se exhibían
animales y especialmente reptiles ha desaparecido por las aguas quedando su
dueño en la más completa ruina. (La
Opinión, agosto 30).
“En medio de la obscuridad en que
se encontraba la ciudad apenas si se podían distinguir sobre los techos de las
casas los grupos de personas en ellas refugiados que veían aterrorizadas como
el agua anegaba incesantemente los cimientos y cómo una a una iban siendo
arrastradas por el torrente. Nada pudo salvarse de lo comprendido en los
distritos cercanos al río Santa Catarina; la corriente llevaba una velocidad de
20 millas por hora”. (La Opinión, agosto
30)
“La iglesia de San Francisco se derrumbó totalmente”. (La Opinión, agosto 31)
“Las casas que más han sufrido desperfectos durante la inundación son:
la del General Bernardo Reyes en su
planta baja, caballerizas y jardín; una fábrica de mosaicos cuyo edificio y maquinaria quedaron completamente
inservibles, las casas del Profesor de Música Señor Villalón y del Inspector de la Policía [Ignacio] Morelos
Zaragoza.
La muerte de la Señora Victoria de la Garza ha causado una
gran sensación. Vivía en la esquina de las calles Doctor González y Diego
Montemayor, con diez y ocho personas a su servidumbre. En los momentos de la
catástrofe la acompañaba un sacerdote. Murieron todos bajo los escombros al
desplome de la casa.” (La Opinión, agosto 31)
“El Hacendado americano P. P. Reader salvó cerca de 30
personas. Un cocinero japonés (De Nombre Takano Según se registra en el Libro El Rio Fiera Brama) salvó a dos muchachos que estuvieron
atrapados en lo alto de un árbol desde la noche del viernes hasta las cinco de
la tarde del sábado. El Valiente japonés luchó tres horas largas contra el agua
hasta conseguir salvarlos. El frío y el hambre estaban a punto de rendir a
estos infelices niños que apenas contaran ocho o diez años de edad. Como su
familia pereció han sido adoptados por una familia americana.
La familia del Señor [Rumualdo] Marty, que estuvo largo tiempo también refugiada
en la copa de un árbol fue salvada al fin.” (La Opinión, agosto 30).
Puente San Luisito el día de la Inundación. |
Según el diario La Opinión, “las calles en que tomó más fuerza la corriente fueron Porfirio Díaz, Cuauhtémoc, Víctor Hugo, Humboldt, Garibaldi, Juárez, Galeana y todas las que llevan nombre de Estados de la República”. Aquella noche desaparecieron de la geografía urbana de Monterrey, según algunos informes posteriores, hasta 90 manzanas. Se perdieron millones de pesos en infraestructuras, cultivos, averías de todo tipo en casas, fábricas, vías férreas, etc. Murieron miles de personas, algunas fuentes señalan como 4 mil, pero ¿quién pudiera asegurarlo? Muchos niños quedaron huérfanos y cientos de familias afrontaron la indigencia.
Narraciones y datos fundamentales de familias y personas en el umbral
de la muerte y personajes heroicos durante la tragedia, fueron relatadas por
Oswaldo Sánchez y Alfonso Zaragoza en su libro El Rio Fiera Brama 1909. Yo solo refiero aquí las que encontré en
los periódicos de aquella fecha. Es una fuente esencial en este tema y se puede
consultar on line en este enlace:
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