Marcha de Santa Anna
A
finales de 1846 ondeaba ya la bandera norteamericana en la cima del cerro del
Obispado en Monterrey y las tropas extranjeras iban arrebatando pedazo a pedazo
la patria. Dominaban todas las provincias norteñas y, por el Golfo de México,
se aproximaban a Veracruz con la prisa cebada por la ambición. Los americanos
avanzarían irremediablemente hasta la Capital. Se libraron batallas y se
asediaron ciudades y pueblos. Una de estas batallas fue la de Angostura, cerca
de Saltillo también llamada Buena Vista (febrero de 1847). En los relatos de
guerra norteamericanos destaca la admiración de éstos por el lustre que
mostraba el ejército de Santa Anna con sus pulidos metales e instrumentos, sus
impecables uniformes blancos, sus procesiones religiosas y misas solemnes antes
de iniciar las batallas. Un soldado norteamericano, Sam Chamberlain, escribe en
su diario de guerra sobre uno de estos actos religiosos: “… un chocante contraste con la situación de nuestras líneas. ¡En nuestro
ejército no había ni siquiera un capellán!”
Procesión Religiosa en Buena Vista por Sam Chamberlain
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La
guerra entonces y ahora era y es el acto inmoral, manipulado por las ambiciones
de una élite poderosa. En ella convergen la soberbia, el odio y el vicio
sazonado con pólvora a sangre y fuego. Y
sin embargo, las sociedades se han empeñado desde tiempos primigenios a
justificarla. La misma voz latina que traduce guerra, bellum, sirve de raíz, tanto para nuestro vocablo bello, como para bélico. Se ha dicho que la guerra sirve para contener la población
mundial, para desarrollar la tecnología, la ciencia y la medicina. Vamos, que
indudablemente en tiempos y regiones de guerra se incrementa el conocimiento y
el desarrollo tecnológico, pero ¿seríamos capaces de evolucionar sin necesidad
del sufrimiento que ocasionan los encuentros bélicos? Y tenemos entre los batallones al capellán e
incluso a los “dignatarios de la iglesia” en el caso de aquella Batalla de Buena Vista
(o por lo menos lo que le parecieron
dignatarios al desenfadado Chamberlain).
Otra
cosa que debió provocar, si no admiración, sí un particular interés, además del
imponente aspecto del ejército mexicano, fue la música local, sea en las bandas
de guerra o en las cantinas.
La Creole
Au Mexique 1862
Combats er retraite des six
mille par Georges Bibesco
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Como
siempre después de la tormenta vino la calma, el regocijo de los vencedores y
la desazón de los vencidos. Los norteamericanos celebraban cantando, pintando,
escribiendo poemas a la Señorita de Monterrey y no podía ser de otra manera, la
Señorita era hermosa y el soldado, galante, aunque fuera un pelmazo. Y la
mayoría, que no tendría talentos artísticos, se conformaría con festejar en las
cantinas. No hace falta echar a volar la
imaginación demasiado para entrar a una taberna y asistir a un fandango de
aquella época, oír a las “margaritas”[1]
hablar un fresco e incipiente espanglish, escuchar las risotadas, los pleitos entre
borrachos y las canciones acompañadas por locales guitarras, bandolones o
mandolinas y el instrumento que se iba poniendo de moda: el Piano.
Es más
difícil señalar una melodía específica de aquella época. En otras entradas de
este blog, he hecho algunos intentos de materializar melodías precisas: La Pasadita, El Tecolote, La Señorita de
Monterrey. Es el turno de una melodía que pretende ser una marcha mexicana.
Con el título de “Marcha de Santa Anna a la
que se añade una Melodía popular compuesta en el campo de batalla de Buena
Vista por un oficial americano arreglada para el Piano y dedicada a la Señorita
(Mary Ann) Fitzgerald por W. C. Peters”[2]. Dicho
sea de paso, un ejemplar de la partitura de esta pieza, que se lanzó al
público en su época por 25 centavos, se ofreció en subasta en abril de 2011 por internet con un valor de entre 1,200 y
1,500 dólares[3].
Volvamos
a 1847. Esta misma marcha en la versión de Peters en Sol mayor, ya había sido
publicada un mes antes en Do Mayor como una pieza única con el título: “Marcha
de Santa Anna como se tocaba por las Bandas del Ejército Mexicano en el campo
de Buenavista la noche previa a la batalla, arreglada para el Piano por William Ratel. NB. Esta hermosa Aria
fue traída por algunos Voluntarios de Kentucky habiéndola oído tocar por los
regimientos Mexicanos en Buena Vista durante su servicio de guardia”[4].
¿Es
posible que Voluntarios de Kentucky hayan llevado la melodía de Buena Vista a
Lexington? Creo que sí es posible. Un poco como se hace con las canciones
populares. Se cantan por cada quien a su aire. Y en este caso, incluso algunos
compases evocan a “The Maid of Monterrey”. La melodía en ambas versiones es la misma
aunque cambiada de tono. Y por otra parte, los compositores (Ratel y Peters),
sólo se adjudican la composición de los arreglos para piano. El compositor de
la Marcha queda así en el anonimato, al igual que el oficial autor de la “melodía popular” presuntamente gestada en Buena Vista con el título de “Trío”,
“el
primer ejemplo impreso de
colaboración musical mexicano-norteamericana” [5].
¿Cuánto de Mexicano hay en estas melodías? Yo
creo que mucho, quizá no ganarían hoy, un óscar a la
mejor composición musical, pero reflejan un momento de la historia mexicano-norteamericana.
Se apartan de la narración histórica
fría, crítica o parcial (dependiendo de cada bando) de los hechos, para revelar
mediante la música, una parte del alma de los hombres y mujeres que se
enfrentaron en una guerra injustificada, como casi todas las guerras.
Aquí
les dejo la Marcha de Santa Anna interpretada al piano por mi PC.
[1] Término de la época sinónimo de
prostituta.
[2]
Santa Anna´s March to wich is added a Popular Melody composed on the battle field of Buena Vista by an American Officer. Arranged for the Piano Forte and Inscribed to Miss Fitzgerald by W. C.
Peters. Publicada por W. C. Peters Cincinnati Ohio Diciembre 1847.
[3]
Mail Bid & Internet Auction, April 30, 2011 Autographs, Coins, Currency,Americana. Early American History Auctions, Inc.
[4]
Santa Anna´s March As played by the Bandsof tne Mexican army on the field of Buena Vista the night previous to thebattle arranged for the Piano Forte by William Ratel NB: This beautiful air was
brought by some Kentucky Volunteers having Heard it played by the Mexican Bands
at Buena Vista while on sentry duty. Philadelphia George Willig, Lexington
Kentucky Noviembre 1847
[5] Stevenson Robert Visión norteamericana de las otras Américas
hacia 1900. Revista Musical Chilena on line.
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