El Coronel Stowe en
Monterrey se hospeda en el Hotel Hidalgo.
Cada detalle del recuento del Coronel Stowe durante su estancia en la
ciudad de Monterrey en 1892 es interesante para quien tiene el deseo de viajar
al pasado. Datos anecdóticos y detalles históricos se mezclan en el relato
ameno de un hombre culto. No me parece ver el dejo de criticismo o sarcasmo que
he encontrado en otros relatos de turistas norteamericanos de la época, ni el
espíritu mesiánico de los misioneros que veían idolatría en cada costumbre
nativa. Describe las costumbres, le parecen extrañas, pero no las critica. El
coronel se deja seducir por la hospitalidad del mexicano común, por su sencilla
y colorida vestimenta y por la sonrisa de los niños. La impresión causada por
la experiencia regiomontana, se puede decir que fue excelente: las montañas con
sus “peculiares formas”, el hotel
Hidalgo y su “patio interior de
arquitectura morisca”, la gente que “fuma
por todas partes”, las plazas, las
iglesias “erigidas hace cientos de años”,
todo parece ser bueno. No hay queja. Pero dejemos que el propio Coronel nos
cuente su experiencia.
“Llegamos a Monterrey a las 5:30 am, donde nuestro
carro Pulman fue puesto a un lado para que los pasajeros pudiesen disfrutar un
sueño imperturbable hasta que quisieren levantarse. Ésta es otra prueba de que
la cortesía del Nacional Mexicano y su deseo por la comodidad de sus pasajeros
y este viaje, es justo tan hospitalario, tan cortés y tan amable como su gente.
Todos sus oficiales son tan atentos y complacientes que es un placer viajar con
ellos. Incluso el “train boy”[1] mexicano, a diferencia del americano, es
mucho más caballeroso y no molesta a los pasajeros para que compren – y esta
cortesía incita a comprar más que si fuese de otra manera.
Monterrey, “Montaña del Rey” es una ciudad de 50 mil
almas, 2 mil pies sobre el nivel del mar, yace al pie de las montañas de la Sierra Madre. Difiere de cualquier otra
cadena montañosa en todo el globo. Se alzan sobre el encantador valle y se
yerguen despejadas contrastando con el claro y azul cielo. Sin vestigios de
vegetación, labrados con profundas grietas, adquieren peculiares formas de las
que reciben sus nombres tales como, silla, mitra, etc. Sorprenden a la vista
del espectador con asombro y por las mañanas lucen como oscuras y portentosas
nubes.
Un día semejante a los de junio nos saluda, nos
saludan caras alegres y un buen hotel, el Hidalgo,
nos espera. Este hotel está situado junto a la plaza, verdea con árboles y
arbustos, todo nuevo para nosotros. La municipalidad o palacio, da frente a la misma escena.
¿Cómo pudiésemos describir esta encantadora ciudad,
más digna de visitar que muchas ciudades del viejo mundo tan justamente
elogiadas? ¿Cómo pudiésemos hablar de sus hermosos jardines, retoñando con hermosas flores de la variedad de tonos
con que este país está bendecido – jardines verdes con el follaje de muchos
árboles, donde la fruta dorada descansa sobre paredes de piedra, iluminando las
henchidas ramas?
El Hotel Hidalgo tras la estatua, lugar donde se hospedó el Coronel Stowe en 1892. |
Todas las casas son de un piso, en blanco puro aliviado
por verdes persianas y si tienen ventanas, protegidas por barrotes. Muchas de
las casas tienen una sola puerta, algunas con puerta y ventana pero todas
protegidas con barrotes de hierro o rejas – una costumbre adquirida del tiempo
de las revoluciones, cuando la protección era necesaria. Las calles son
estrechas y las paredes amplias – las calles convergen en el centro. Todos
fuman por todas partes, sobre carros, en el teatro, en la mesa y en la casa,
hombres, mujeres y niños. Manadas de burros sin brida y cargados con todo tipo
de productos van por las calles, arreadas por un hombre o muchacho que los
controla bien. Trabajadores por todas partes arreglan calles y edifican casas
ya que aquí la mano de obra es barata, entre 18 y 50 centavos al día. La tranquilidad prevalece por todos lados,
porque las ciudades mexicanas están entre las ciudades más vigiladas del mundo,
tanto civil como militarmente, de pie y a caballo, y abundantemente. La vida es
barata – tortillas y frijoles son la dieta de los pobres trabajadores. El maíz
es un alimento elevado, crece en campos de riego. Antes de las lluvias de junio
la segunda cosecha será plantada. Aquí no se muele el maíz, sino se hierve en
agua con cal para remover la cáscara, entonces se tritura entre dos piedras
hasta obtener una pulpa, luego se sala y se fríe en la plancha o en la piedra y
se convierte en tortillas, el principal alimento de los pobres y favorito de
todo mexicano. Para proveer a una
familia ordinaria con tortillas, la mujer debe comenzar a trabajar a las 2 am.
La piedra cuadrada, ligeramente cóncava, y el mortero en forma de rodillo son
el orgullo de toda ama de casa.
Todas las casas están construidas en torno a un
espacio cuadrado, con un jardín interno de acuerdo a los gustos y posibilidades
financieras de su dueño. Las paredes son gruesas para que no entre el calor.
¡Qué vistas se roban a través y más allá de las puertas abiertas y rejas hacia
dentro del fresco y sombreado refugio! ¡Qué gente tan hospitalaria son estos mexicanos!
Cada cuarto tiene al menos 12 sillas. Son gente hospitalaria porque te saludan
con una sonrisa y una palabra amable. Te ofrecen una despedida con un “bienvenido”.
Cortesía, hospitalidad, amabilidad y buena voluntad son heredadas. Qué
encantadores son los niños, con sus oscuros y brillantes ojos, sus dientes de
perla y complexión color crema. ¡Y qué alegres son! Incluso los ancianos son
simpáticos de ver y las indias ancianas tienen una expresión maternal y amable
en sus arrugados rostros.
Los trajes son de todas las variedades – pobreza y abundancia se dibujan
por igual. Muchos usan sandalias, las recias chancletas de cuero cruzadas entre
los dedos y atadas alrededor del tobillo. Pero dignos zapatos de cuero adornan
el pie de los prósperos.
Visitamos las iglesias, erigidas hace cientos de años, y escuchamos los oficios; la
escuela para muchachos, todos recitando al unísono; la estación de policía,
escoltada por gendarmes en uniformes blancos, armados con carabinas y con la
apariencia más de soldados que de policías. Tomamos un carro, tirado por una
mula muy pequeña guiada durante todo el trayecto por el muchacho arriero hasta
la falda del cerro más allá de la ciudad y vimos con deleite el
excepcionalmente hermoso panorama del valle y la montaña y abajo la pintoresca
ciudad. Visitamos las nobles ruinas de lo que fue una iglesia y el palacio del
obispo, alguna vez provisto con nave y capilla pintadas y labradas, con celdas
y tapetes. Después volvimos al hotel, el amable conductor corriendo de regreso
una cuadra para decirnos que él nos estaba esperando.
Nuestros cuartos dan hacia un patio interior de arquitectura morisca, todas las puertas
dirigidas hacia el balcón. El cuarto no tiene ventanas, pero no son necesarias
en este clima, con sus frescas noches y mañanas. Hablando del clima, venid y
descubridlo, sentidlo, respiradlo y ¡renovad vuestra vida!
Las iglesias
están siendo constantemente
reconstruidas o se le hacen adiciones a las mismas, ya que por lay, si
están terminadas, las contribuciones deben cesar y comienza el pago de
impuestos. Por las noches bandas pagadas por el gobierno tocan en la plaza, gente
de todas las clases pasea bajo la luz eléctrica y todos parecen estar felices,
sin importar su condición.
Monterrey tiene unos 3 mil residentes americanos, y se le llama la ciudad americana de la república.
Tiene una fundidora, talleres mecánicos, dos fábricas de cerveza y varios
hornos para fundición. Y están iniciando trabajos hidráulicos.
Hay todo tipo de vestimentas y de todos colores,
sombreros de todas las formas y precios, cónicos como una corona, de ala ancha
y de todos los precios desde $10 hasta $150, mantas de colores, vestidas con
gracia por los más pobres, gruesas y tibias y pareciera que protegen tanto del
calor como del frío, mientras que los pies están descalzos o protegidos solo
con unas sandalias de cuero.
Pintoresca es la palabra que describe la vestimenta
del nativo. Extraña y primitiva, la gente y su vivienda. El amor es intenso
entre ellos y el abrazo de despedida en el mercado entre padre e hijo si el
anterior está dejando la casa tal vez por vez primera, es sincero y verdadero.
Vimos hombres y mujeres montar juntos a lomo de caballo, la mujer siempre
adelante. Cerdos, perros y gallinas, todos flacos y demacrados corren por las
calles.
Dejamos Monterrey hacia San Luis Potosí, y nuevamente tomamos el tren Nacional Mexicano, la
ruta más corta entre los Estados y la ciudad de México."
[1] Train boy: muchacho o persona
que vende una variedad de artículos en el tren como periódicos, dulces,
bebidas, etc.
3 comentarios:
Jorge:
Muy interesante narración. Me permito hacer una observación: creo que al hablar de "lime", se refiere el coronel a la "cal", que se utiliza para el proceso de nixtamalización.
Te mando un saludo.
Juan Crouset
Gracias Juan Crouset, por el comentario. Tienes toda la razón. En este caso lime del texto original en inglés debe traducirse cal y no limón como lo hice yo. Voy a corregirlo en la narración. Muchas gracias como siempre. Un Saludo.
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