viernes, 19 de junio de 2015

Viaje del Coronel Stowe al México Antiguo (1892) Parte II

El Coronel Stowe en Monterrey se hospeda en el Hotel Hidalgo.


Cada detalle del recuento del Coronel Stowe durante su estancia en la ciudad de Monterrey en 1892 es interesante para quien tiene el deseo de viajar al pasado. Datos anecdóticos y detalles históricos se mezclan en el relato ameno de un hombre culto. No me parece ver el dejo de criticismo o sarcasmo que he encontrado en otros relatos de turistas norteamericanos de la época, ni el espíritu mesiánico de los misioneros que veían idolatría en cada costumbre nativa. Describe las costumbres, le parecen extrañas, pero no las critica. El coronel se deja seducir por la hospitalidad del mexicano común, por su sencilla y colorida vestimenta y por la sonrisa de los niños. La impresión causada por la experiencia regiomontana, se puede decir que fue excelente: las montañas con sus “peculiares formas”, el hotel Hidalgo y su “patio interior de arquitectura morisca”, la gente que “fuma por todas partes”, las plazas, las iglesias “erigidas hace cientos de años”, todo parece ser bueno. No hay queja. Pero dejemos que el propio Coronel nos cuente su experiencia.

“Llegamos a Monterrey a las 5:30 am, donde nuestro carro Pulman fue puesto a un lado para que los pasajeros pudiesen disfrutar un sueño imperturbable hasta que quisieren levantarse. Ésta es otra prueba de que la cortesía del Nacional Mexicano y su deseo por la comodidad de sus pasajeros y este viaje, es justo tan hospitalario, tan cortés y tan amable como su gente. Todos sus oficiales son tan atentos y complacientes que es un placer viajar con ellos. Incluso el “train boy[1]  mexicano, a diferencia del americano, es mucho más caballeroso y no molesta a los pasajeros para que compren – y esta cortesía incita a comprar más que si fuese de otra manera.

Monterrey, “Montaña del Rey” es una ciudad de 50 mil almas, 2 mil pies sobre el nivel del mar, yace al pie de las montañas de la Sierra Madre. Difiere de cualquier otra cadena montañosa en todo el globo. Se alzan sobre el encantador valle y se yerguen despejadas contrastando con el claro y azul cielo. Sin vestigios de vegetación, labrados con profundas grietas, adquieren peculiares formas de las que reciben sus nombres tales como, silla, mitra, etc. Sorprenden a la vista del espectador con asombro y por las mañanas lucen como oscuras y portentosas nubes.

Un día semejante a los de junio nos saluda, nos saludan caras alegres y un buen hotel, el Hidalgo, nos espera. Este hotel está situado junto a la plaza, verdea con árboles y arbustos, todo nuevo para nosotros. La municipalidad  o palacio, da frente a la misma escena.
¿Cómo pudiésemos describir esta encantadora ciudad, más digna de visitar que muchas ciudades del viejo mundo tan justamente elogiadas? ¿Cómo pudiésemos hablar de sus hermosos jardines, retoñando  con hermosas flores de la variedad de tonos con que este país está bendecido – jardines verdes con el follaje de muchos árboles, donde la fruta dorada descansa sobre paredes de piedra, iluminando las henchidas ramas?
El Hotel Hidalgo tras la estatua, lugar donde se hospedó el Coronel Stowe en 1892.

Todas las casas son de un piso, en blanco puro aliviado por verdes persianas y si tienen ventanas, protegidas por barrotes. Muchas de las casas tienen una sola puerta, algunas con puerta y ventana pero todas protegidas con barrotes de hierro o rejas – una costumbre adquirida del tiempo de las revoluciones, cuando la protección era necesaria. Las calles son estrechas y las paredes amplias – las calles convergen en el centro. Todos fuman por todas partes, sobre carros, en el teatro, en la mesa y en la casa, hombres, mujeres y niños. Manadas de burros sin brida y cargados con todo tipo de productos van por las calles, arreadas por un hombre o muchacho que los controla bien. Trabajadores por todas partes arreglan calles y edifican casas ya que aquí la mano de obra es barata, entre 18 y 50 centavos al día. La tranquilidad prevalece por todos lados, porque las ciudades mexicanas están entre las ciudades más vigiladas del mundo, tanto civil como militarmente, de pie y a caballo, y abundantemente. La vida es barata – tortillas y frijoles son la dieta de los pobres trabajadores. El maíz es un alimento elevado, crece en campos de riego. Antes de las lluvias de junio la segunda cosecha será plantada. Aquí no se muele el maíz, sino se hierve en agua con cal para remover la cáscara, entonces se tritura entre dos piedras hasta obtener una pulpa, luego se sala y se fríe en la plancha o en la piedra y se convierte en tortillas, el principal alimento de los pobres y favorito de todo mexicano. Para proveer  a una familia ordinaria con tortillas, la mujer debe comenzar a trabajar a las 2 am. La piedra cuadrada, ligeramente cóncava, y el mortero en forma de rodillo son el orgullo de toda ama de casa.

Todas las casas están construidas en torno a un espacio cuadrado, con un jardín interno de acuerdo a los gustos y posibilidades financieras de su dueño. Las paredes son gruesas para que no entre el calor. ¡Qué vistas se roban a través y más allá de las puertas abiertas y rejas hacia dentro del fresco y sombreado refugio!  ¡Qué gente tan hospitalaria son estos mexicanos! Cada cuarto tiene al menos 12 sillas. Son gente hospitalaria porque te saludan con una sonrisa y una palabra amable. Te ofrecen una despedida con un  “bienvenido”.  Cortesía, hospitalidad, amabilidad y buena voluntad son heredadas. Qué encantadores son los niños, con sus oscuros y brillantes ojos, sus dientes de perla y complexión color crema. ¡Y qué alegres son! Incluso los ancianos son simpáticos de ver y las indias ancianas tienen una expresión maternal y amable en sus arrugados rostros.
Figure 2 “Qué encantadores son los niños, con sus oscuros y brillantes ojos, sus dientes de perla y complexión color crema. ¡Y qué alegres son!”
La imagen procede del libro de Jasper T. Moses, Today in the land of tomorrow, 1907



Los trajes son de todas las variedades – pobreza y abundancia se dibujan por igual. Muchos usan sandalias, las recias chancletas de cuero cruzadas entre los dedos y atadas alrededor del tobillo. Pero dignos zapatos de cuero adornan el pie de los prósperos.

Visitamos las iglesias, erigidas hace  cientos de años, y escuchamos los oficios; la escuela para muchachos, todos recitando al unísono; la estación de policía, escoltada por gendarmes en uniformes blancos, armados con carabinas y con la apariencia más de soldados que de policías. Tomamos un carro, tirado por una mula muy pequeña guiada durante todo el trayecto por el muchacho arriero hasta la falda del cerro más allá de la ciudad y vimos con deleite el excepcionalmente hermoso panorama del valle y la montaña y abajo la pintoresca ciudad. Visitamos las nobles ruinas de lo que fue una iglesia y el palacio del obispo, alguna vez provisto con nave y capilla pintadas y labradas, con celdas y tapetes. Después volvimos al hotel, el amable conductor corriendo de regreso una cuadra para decirnos que él nos estaba esperando.

Nuestros cuartos dan hacia un patio interior de arquitectura morisca, todas las puertas dirigidas hacia el balcón. El cuarto no tiene ventanas, pero no son necesarias en este clima, con sus frescas noches y mañanas. Hablando del clima, venid y descubridlo, sentidlo, respiradlo y ¡renovad vuestra vida!

Las iglesias están siendo constantemente reconstruidas o se le hacen adiciones a las mismas, ya que por lay, si están terminadas, las contribuciones deben cesar y comienza el pago de impuestos. Por las noches bandas pagadas por el gobierno tocan en la plaza, gente de todas las clases pasea bajo la luz eléctrica y todos parecen estar felices, sin importar su condición.

Monterrey tiene unos 3 mil residentes americanos, y se le llama la ciudad americana de la república. Tiene una fundidora, talleres mecánicos, dos fábricas de cerveza y varios hornos para fundición. Y están iniciando trabajos hidráulicos.
 
Hay todo tipo de vestimentas y de todos colores, sombreros de todas las formas y precios, cónicos como una corona, de ala ancha y de todos los precios desde $10 hasta $150, mantas de colores, vestidas con gracia por los más pobres, gruesas y tibias y pareciera que protegen tanto del calor como del frío, mientras que los pies están descalzos o protegidos solo con unas sandalias de cuero.

Pintoresca es la palabra que describe la vestimenta del nativo. Extraña y primitiva, la gente y su vivienda. El amor es intenso entre ellos y el abrazo de despedida en el mercado entre padre e hijo si el anterior está dejando la casa tal vez por vez primera, es sincero y verdadero. Vimos hombres y mujeres montar juntos a lomo de caballo, la mujer siempre adelante. Cerdos, perros y gallinas, todos flacos y demacrados corren por las calles.

Dejamos Monterrey hacia San Luis Potosí, y nuevamente tomamos el tren Nacional Mexicano, la ruta más corta entre los Estados y la ciudad de México."




[1] Train boy: muchacho o persona que vende una variedad de artículos en el tren como periódicos, dulces, bebidas, etc.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Jorge:
Muy interesante narración. Me permito hacer una observación: creo que al hablar de "lime", se refiere el coronel a la "cal", que se utiliza para el proceso de nixtamalización.
Te mando un saludo.
Juan Crouset

Jorge Elías dijo...

Gracias Juan Crouset, por el comentario. Tienes toda la razón. En este caso lime del texto original en inglés debe traducirse cal y no limón como lo hice yo. Voy a corregirlo en la narración. Muchas gracias como siempre. Un Saludo.

Jorge Elías dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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