lunes, 28 de noviembre de 2011

Personajes Olvidados de la historia de México V La mujer indígena

La mujer indígena

No se puede decir que se trata de un personaje olvidado, más bien es un personaje nada reconocido aunque esté presente siempre. La mujer que por ser mujer e indígena es doblemente segregada, hecha a un lado. La encontramos pidiendo limosna, vendiendo cualquier cosa en las calles de las ciudades de México con el niño a la espalda. No habla, y si habla no la entendemos, porque no hablamos su idioma.

Marchade de Tortillas 1862
BIBESCO, Georges Au Mexique 1862 Combats et retraite des six mille  Paris 1887
La mujer indígena es la madre india de nuestra patria, nos dio su tierra, su cultura y su alimento: la tortilla que está en todas las familias mexicanas.

Según el censo del año 2010 en México 6.6 millones de habitantes hablan una de las 89 lenguas indígenas. Un poco más de la mitad de esos habitantes son mujeres. Según la INEGI “en Nuevo León viven 40,137 personas de 3 años y más que hablan alguna lengua indígena, este número significa 1% del total de la población.” La mayoría de estas personas habla también español excepto unas 104 personas. Los dos idiomas indígenas más hablados en el estado son Náhuatl y Huasteco. Y aunque en el mismo censo se especifica que son lenguas inmigrantes, la presencia de estos dos idiomas ha prevalecido en la región por largo tiempo. Algunos de los primeros habitantes seminómadas de Nuevo León debieron hablar idiomas ya extintos, entre ellos la lengua quinigua, otros quizá hablaron algún dialecto emparentado con la lengua huasteca, y los tlaxcaltecas, que fueron trasladados a varios pueblos de indios del Nuevo Reino de León en los siglos XVII Y XVIII, tenían por lengua el náhuatl. 


Otros idiomas registrados en el Estado por el censo, aunque con menos porcentaje de hablantes, son: otomí, zapoteca, mixteca, mazahua, totonaca, mazateco, mixe y maya.

Enhanced by Zemanta

lunes, 21 de noviembre de 2011

Personajes olvidados de la historia de México IV El Lépero

El Lépero

Otro personaje olvidado de la historia de México es el Lépero. No puede haber un personaje más anónimo ni más público que éste en la historia patria. Creo que ni él mismo hubiera podido dar razón de su nombre si alguien se hubiera atrevido a preguntárselo. Sin embargo era conocido por todos en la ciudad quizá con algún sobrenombre, como sucede hasta hoy. Porque el lépero es ese ser urbano, de rasgos raciales indefinidos y pasado misterioso, como todos los vagabundos. Unos lo dibujan mestizo, otros, puramente indio, remanente de los apaches comanches.  Se dice que  es “la unión de lo peor de la raza española con lo peor de la raza azteca” e incluso hay quien dice que cuando Cortés llegó a México se sorprendió de la multitud de mendigos  de la capital azteca. Como quiera que sea todos coinciden en calificar al lépero  como la hez de la sociedad.

(Lepero) Vagabond
Litografia de Claudio Linati 1828
Costumes Civils Militaires et Réligieux de Mexique dessinés d’après Nature,
De las descripciones de este personaje que he visto por la web, la de un americano del ejército de intervención fue la que me pareció más original y aquí les dejo la traducción:

“Jueves abril 20 1848… Nadie puede dar razón de la ocupación del pobre lépero. Solo Dios sabe cómo vive o de qué vive. El siempre tiene tan poca necesidad de vestimenta como la que tenían Adán y Eva en el Jardín del Edén. Su piel bebe todo el sol por cada poro, y si un edicto requiriese a los léperos usar pantalones, se extinguiría su raza. Un lépero en un completo par de pantalones bombachos dejaría de ser un lépero, porque una cosa desplaza a la otra. EL lépero es enfáticamente un hijo de la naturaleza, el sol reluciente, la sonora briza, el rostro sonriente de la naturaleza son su prerrogativa y su propiedad. Otros hombres tienen caballos, haciendas y tierras. El lépero tiene al mundo. No tiene amo, ni leyes. Come cuando tiene hambre, bebe cuando está sediento y duerme donde y cuando le llega el sueño. Otros hombres descansan de sus trabajos. El lépero trabaja cuando se cansa de descansar. Su trabajo, como quiera, nunca dura más de una hora, con frecuencia solo unos 10 ó 15 minutos, lo justo para proveer los pequeños y escasos requerimientos del día. Carga un bulto como equipaje, y en él lleva todo lo que le cae en la mano, incluso billeteras robadas y extiende la mano por caridad. La principal ocupación visible del lépero es su propia diversión. Y en la ciudad de México, en tiempos de paz nunca falta la diversión barata. Hay revistas militares, procesiones religiosas y música, que le encanta oír al lépero; bailes, corridas de toros, carreras de caballos e iglesias, a las que el lépero es muy afecto y un asiduo visitante, porque al lépero le encanta oír un buen sermón. El lépero no tiene opiniones políticas; puedes decir cuanto te plazca en su presencia sobre su país y sus leyes. No le importa si insultas al General Santa Anna, al General Bustamante, Herrera o a Paredes. Mientras no digas nada ofensivo contra la Virgen de Guadalupe estás a salvo; pero en el momento en que tocas ese tema, va en busca de su cuchillo. Durante las horas del día es tan inofensivo como cualquier creatura viviente que camina bajo el sol de Dios. No atacará a nadie a la luz del día y hasta le teme a los borrachos, especialmente a los soldados borrachos, pero de noche el lépero no teme a nadie y particularmente a los soldados borrachos; éstos son a los primeros que atacará, clavando su daga en la espalda del hombre  se lanzará hacia su bolsillo  y si no encuentra gran cosa en él, lo deja tirado y herido, pero si encuentra algo de valor, o una gran cantidad de dinero encima, lo mata y lo pone fuera del camino”.[1]
Mexicaine en haillons  (mexicano en arapos) (1861-1880)
 Fotografía del Album of Mexican and French cartes-de-visite de Desmaisons,
Getty Digital Collection

Las ciudades crecieron y el desarrollo se implantó en ellas, los léperos siguieron allí pero no perdieron su empleo porque nunca lo tuvieron. 




[1] OSWANDEL, J. Jacob Notes of the Mexican War 1846-48 Philadelphia 1885 p. 533 ss. 

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Revista NODO


NODO

La sección de la Revista Digital NODO, Materia Prima, es un espacio dónde se publican todos los días trabajos de distintas disciplinas como fotografía, diseño, arte, ilustración, video, accesorios, grupos musicales, etc. 

Hoy publicaron algunos de mis trabajos. 
Se puede Acceder a la Revista aqui:




Agradezco a Benjamín Martínez, director creativo de la revista, por invitarme a participar.


lunes, 14 de noviembre de 2011

Personajes Olvidados de la Historia de México III Don Serapio, El Sereno

Don Serapio, El Sereno



Otro personaje olvidado, quizá no tanto como Trinidad el Aguador, es Don Serapio, el Sereno. Bueno, quizá no se llamara exactamente así, pero por ahí más o menos. De oficio “Sereno”,  o sea  “oficial” encargado del orden de las ciudades en México durante la noche. Por allí leí que los serenos comenzaron siendo una especie de voluntarios que cuidaban las calles, pero sin sueldo. Sólo recibían los donativos de los parroquianos a quienes hacía algún servicio. Esos servicios de muchos tipos: acudir a rescatar jovencitas acosadas, mujeres a punto de dar a luz, intentos o sospechas de robo, desórdenes, acciones para apaciguar a borrachos escandalosos, etc. Con el tiempo se les adjudicó un salario por parte de las alcaldías.


"Sereno
Wachman a Mexico"
Litografía de Claudio Linati 1828 [1]
El nombre SERENO les viene, como es sabido, porque al cumplir la más característica de sus obligaciones que era proclamar cada hora de la noche y el estado del tiempo decían, por ejemplo, "las 10 y sereno", o "las 10 Tiempo Sereno". Linati[1] en 1828, dice que los serenos "para conservar en su ministerio ese  tinte religioso que da color a sus pequeñas cosas" agregaban en lúgubre tono la jaculatoria "Alabado sea Dios y Nuestra Señora de Guadalupe" antes de cada grito.

Aunque la figura de este personaje sigue en la memoria de muchos mexicanos quienes jamás lo vimos en persona y solo lo conocemos de oídas, en algunas versiones de las mañanitas” cuando le pedimos “apagar su linternita para que bese a mi amor … ahora sí señor sereno le agradezco su favor, encienda su linternita que ya ha pasado mi amor”. Otras veces en alguna leyenda o cuento, pero el sereno como tal, es una reliquia del pasado, un mexicano que ya no existe y que desapareció hace mucho tiempo y ojalá que no sea para siempre, porque nuestros policías de hoy no tienen nada que ver con Don Serapio: la honradez y altruismo personificados.  Linati escribe que el sereno debía “dar la alarma en caso de incendio, acompañar a los extranjeros extraviados o a aquellos a quienes la embriaguez les ha hecho perder la razón, en fin, detener a quienes perturbaren la paz pública y llevarlos al cuerpo de guardia, hasta que se averigüe mejor su caso”. Y agrega que es una institución “digna de ser adoptada en países donde haga falta.[2]

Claro que eso era antes, cuando no había luz eléctrica. ¿A quién, en su sano juicio, se le ocurriría hoy recomendar a la policía mexicana para algo honrado?.

Todavía en 1913 otro extranjero escribe: “El sereno mexicano es generalmente un íntegro y fiable oficial y está comprometido con el extranjero. Han hecho las calles de la Ciudad de México tan seguras como las de París.  Los sentidos de la vista y el olfato pudieran ser ofendidos frecuentemente, pero el bolsillo y la vida están seguros”[3].

Bueno algo sigue más o menos igual y no tiene nada que ver con la integridad de nadie.

"Serenos or gards de nuit" (1861-1880)
Fotografía del Album of Mexican and French cartes-de-visite de Desmaisons, E.
Getty Digital Collection



En fin, a Monterrey la luz eléctrica llegó en 1882, primero al Teatro del Progreso y fue recibida con tremendo baile. Más tarde se instaló en la Plaza Zaragoza y para 1890 se establecería el alumbrado eléctrico público (626 faroles) que debió desplazar, si no del todo, parte del servicio que unos 30 serenos ofrecían con sus linternas de aceite.[4]

Vamos, y la historia se repite, el progreso dejó sin trabajo a Don Serapio.







[2] Ibidem
[3] WINTER, Nevin Otto Mexico and her people of to-day: an account of the customs, characteristics, amusements, history and advancement of the Mexicans, and the development and resources of their country, New York 1913 p 342.
[4] Cfr. VIZCAYA, Isidro Los orígenes de la industrialización en Monterrey, Monterrey 2006 p. 54 

martes, 8 de noviembre de 2011

Personajes Olvidados de la Historia de México II Trinidad el Aguador

Trinidad el Aguador

Le llamaremos Trinidad a nuestro personaje olvidado, pero pudo haberse llamado Hermenegildo, Pánfilo o Casimiro, lo de menos es el nombre porque será imposible darle uno adecuado y mucho menos un apellido.  Era conocido por todos en la ciudad o en el pueblo y no sólo por su oficio de aguador, sino también por servir de mensajero entre los jóvenes enamorados de las buenas familias mexicanas de los siglos XVIII y XIX.

Trinidad era indio, como todos los aguadores de la ciudad, debía serlo para poder soportar el peso y la abnegación del oficio. Era el personaje más peculiar de todos los que recorrían las calles de la ciudad, por la agilidad para manejar los cántaros de agua y por su peculiar vestuario.

Aguador, Lit. de Claudio Linati 1828
Los extranjeros sencillamente quedaban admirados por la pinta del Aguador. Cuando el Conde Claudio Linati decidió hacer una lámina litográfica de nuestro personaje hacia 1828, junto con el dibujo dio esta explicación: “El aguador de México es uno de los personajes que más impresionan a los ojos del extranjero: apenas se concibe cómo, para llevar 50 libras de agua, no se haya encontrado otro medio que meterla en un cántaro de barro casi tan pesado como su contenido, cuya forma esferoide concentra su peso en un solo punto… una pequeña reserva suplementaria contenida en un cántaro unido por dos correas cruzadas sobre la cabeza y sujetas por la frente sirve de contrapeso a la primera carga….  inmovilizado o restringido por esta doble correa camina recto hacia adelante sin permitirse el menor movimiento de cabeza…”.[1]

Una descripción más reciente (de 1885) también de otro extranjero, Jules Leclercq refiere a nuestro personaje como algo originalmente mexicano. Dice así: “es un personaje que no he visto en otro sitio, ya que en cada ciudad mexicana los hay diferentes…. Lleva unos pantalones de tela blancos y unas chaparreras de terciopelo o piel que no bajan más allá de la rodilla. Encima de la camisa se pone una chaqueta de cuero provista por detrás de un cojín destinado a sostener el chochocol, un cántaro de barro rojo que contiene la mercancía del aguador. Se cubre con una gorra de cuero y, con la ayuda de una correa que le pasa por la frente sostiene el voluminoso cántaro que le cuelga sobre la espalda, mientras que otra correa adaptada a la nuca sostiene el cántaro más pequeño que cuelga sobre el estómago: así los dos cántaros se equilibran. Imagino que el aguador llevaba su mercancía de la misma manera en tiempos de Moctezuma: es uno de esos personajes que persisten a través de los siglos y evocan una antigua civilización.”[2].

Yo no sé decir si en la sociedad de Moctezuma había aguadores o no, aunque un autor mexicano los remonta a la época de piedra “El aguador de México (dice), único en su especie, se pierde en la noche de los tiempos; aunque si hemos de precisar su aparición, para no llamarle prehistórico, debemos traer su origen a la época de piedra.”[3] Creo que esa es una afirmación simplista, en el caso de ese autor para alcanzar sus fines, que eran los de retirar a los aguadores de la ciudad de México y sustituir el suministro de agua mediante “cántaros” por un abastecimiento más práctico e higiénico mediante tubería urbana. De cualquier manera, el aguador debió ser único en sus métodos y atuendo. Por supuesto que aguadores había en Europa y eran famosos, basta recordar la pintura de El Aguador de Velázquez, pero el aguador mexicano había hecho suyo el personaje con su vestimenta de cuero única y su exclusiva gorra. Dice Linati en 1828: “El aguador es la única alma en México que usa gorra”. 


Para los ojos mexicanos el aguador no era ese personaje sorprendentemente extraño, estaban acostumbrados a verlo a diario, era Trinidad, o Pepe, un hombre en el que se podía confiar, sencillo y trabajador. “comedido, entregado al trabajo, casi siempre buen padre y no tan peor esposo, pasa la  mitad de su vida con el chochocol a la espalda, como un emblema de las penalidades de la vida y la otra mitad semi-beodo, pero sin zozobras y sin accidentes. Hace de su miseria un escudo á sus necesidades, y como estas son tan pocas lo son también sus exigencias. Si accidentalmente crecen sus gastos como cuando espera que su mujer lo obsequie con un nuevo hijo el aguador halla medios de subvenir á todos. Para ello toma á su cargo otras comisiones, como la de asear la calle en ciertos días, algunos mensajes más ó menos delicados, y otros agregados á su profesión. Se levanta con la aurora…[4] Son famosas sus contribuciones como el llevaitrae de cartas amorosas entre los jóvenes y señoritas de las familias mexicanas. De esta manera se hacían de un ingreso extra a su exiguo salario. Por cierto usaban un sistema muy extraño de "cómputo" para cobrar sus servicios. Por cada viaje que hacían a sus clientes y podían ser varios al día, el aguador dejaba un "tanto" o "colorín" (la semilla de la flor del boj) a la criada de la casa como comprobante de recibo. Pero este sistema desafía el sentido común o es la prueba máxima de la confianza, porque es el deudor quien tenía los comprobantes de la deuda y si quisiera hubiera podido desapareceros y pagar menos o simplemente no pagar. Pero eso a Trinidad parecía no quitarle el sueño.


Generalmente la ciudad exigía a los aguadores mantener limpias las plazas y lugares donde se encontraban las fuentes de agua, otra de sus contribuciones era la de acudir a sofocar los incendios. Celebraban especialmente el día de la Santa Cruz (3 de Mayo) fecha en que adornaban las fuentes con flores y monumentos y, por supuesto, celebraban también el Sábado de Gloria, día en que acostumbraban los aguadores a darse correazos unos a otros. 

El modo de trasportar el agua, no fue igual en todas partes. En el libro los mexicanos pintados a sí mismos, se dice que "hay ciertos provincialismos muy notables. En otros lugares de la república (el aguador) tercia en sus hombros un timón encorvado con dos canaladuras en sus extremos, adonde cuelga con dos cuerdas dos cántaros de igual tamaño para poder caminar equilibrado con el peso". Eso me hace recordar a algún vendedor que todavía en los 1970's recorría las calles de Monterrey, pero no recuerdo si vendía tamales o qué otra cosa.

Es de suponer que no en todos los pueblos y ciudades de México el transporte del agua se limitó exclusivamente a la fuerza humana sola. En muchos lugares debió hacerse uso de carretas y bestias para ese fin.  

Aguador a principios del Siglo XX
En 1890 había sólo en la ciudad de México alrededor de 1,500 aguadores. Todavía en la primera década del siglo XX los aguadores seguían prestando sus servicios en algunas ciudades y pueblos de México. En 1900 ya no había aguadores en Monterrey y en el censo general sólo se registran 14 en todo el estado de Nuevo León (4 en Cadereyta Jiménez, 2 en General Terán, 1 en García, 2 en Santa Catarina, 3 en Mina, y uno en Bravo)[5]. Y curiosamente en Santiago había una aguadora.

Con el tiempo se estableció el Servicio de Agua y Drenaje de Monterrey.... y Trinidad se quedó sin trabajo, entonces empezamos a olvidarlo, y colorín colorado...




















***********************************
[1] LINATI, Claudio Costumes Civils Militaires et Réligieux de Mexique dessinés d’après Nature, Bruxeles 1828  
[2] LECLERC, Jules Voyage au Mexique de New York a Vera Cruz en suivant les routes de Terre Pasis 1885 p. 145
[3] CUELLAR, Jose de en La Linterna Mágica 1890 México Tomo 9 p. 71.
[4] AAVV Los Mexicanos Pintados por sí mismos Edición de M. Murgía Lit Portal del Águila de Oro México 1854
Enhanced by Zemanta

Entradas populares