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Esfera Cosmográfica |
Calendario de las Señoritas Mexicanas
En un recorrido virtual por la Biblioteca de la Capilla Alfonsina de la UANL me tropecé con este título: Calendario de las señoritas mexicanas, para el año bisiesto de 1840, dispuesto por Mariano Galván. Y pensé, esto tiene que estar bueno. Y la verdad es que sí lo está. Bueno, nada que ver con el calendario de Kristen Steward para el 2012. Pero aquellas eran otras épocas.
Ya desde la dedicatoria se vislumbra el contenido:
“A las Señoritas mexicanas cuyas virtudes forman el honor de su sexo: su ternura, el consuelo del hombre; y su belleza el más brillante ornamento de su patria, ofrece este leve obsequio Mariano Galván Rivero”.
Muy linda la dedicatoria pero... ¿Y si la mujer no es tierna? ¿Y si no lo quiere ser? ¿Y si encima de no ser tierna no es ni bonita? Vamos, en 1840 tenía que serlo, tierna y bonita, y no se diga más.
Y después a ubicarse… Oh sí, muy importante, y las notas cronológicas no dejan lugar a dudas. El mundo desde su creación hasta aquel momento tenía 7,039 años, ni más ni menos. Y desde el diluvio universal, (porque qué duda cabía que había habido un diluvio en toditito el mundo) 4,797 años. Ya las demás fechas eran pan comido: 1840 años desde la encarnación del Divino Verbo, 319 desde la conquista española, 20 desde “la última inundación en tiempo del Conde del Venadito (septiembre 23 de 1819)”, etc.
Aquí está toda la lista:
No hemos cambiado nada. Basta ir a la wikipedia para leer, que “la Tierra se formó hace 4, 540 millones de años” millón más, millón menos y nuestro universo… hombre, pero si eso es requete sabido: “13,73 ± 0,12 millardo de años y por lo menos 93.000 millones de años luz de extensión”. ¿Y eso qué es? Digo, lo de millardo, porque mi cabeza no da para tanto cero. Sin ánimo de criticar a nadie, al contrario, me parece muy buena la inquietud de conocer y dominar las cosas.
Pero no nos salgamos del calendario, que las señoritas se pueden molestar. Después de la ubicación temporal, el calendario registra una serie de informaciones curiosas como el cómputo eclesiástico, (que incluía el epacta o número de días que el año solar excedería al lunar), las témporas y las fiestas movibles. Al final de este preámbulo, una nota explicativa, interesante porque revela la diferencia de las castas sociales a la hora de las obligaciones religiosas: “Los días señalados con † † y todos los domingos, obligan a oir misa generalmente y a no trabajar: los que llevan † y el santo patrón o titular de cada lugar son obligatorios a lo mismo, menos para los Indios, que no están obligados a oír misa, y pueden trabajar en sus cosas, no en las de los Españoles; y en los de † deben oir misa los que no son Indios, aunque todos pueden trabajar.
Los no dispensados con la comida de carne se señalan con ♠: los de ayuno son todos los de vigilia, témporas y toda la cuaresma, menos sus respectivos domingos; excepto para los Indios, pues a estos sólo les obligan los viernes de cuaresma, sábado santo y vigilia de Nuestro Señor Jesucristo…”
Bueno, al menos, los pobres indios no debían ayunar ¡toda la cuaresma! Suficientes eran las permanentes privaciones que debieron tener a lo largo del año.
Y entonces sí da comienzo el calendario con el registro de cada día del año como se hace tradicionalmente, indicando los signos zodiacales, el santoral, los eventos o fiestas religiosas o nacionales de cada día, etc. Este tipo de calendarios debían aparecer en circulación a principio del año en cuestión, o a finales del año anterior, pero eso no era un obstáculo para pronosticar el clima con meses de anticipación:
“Las recias heladas que caerán en este mes (enero) lo harán muy frío, y no faltarán fuertes vientos”. Y marzo “comenzará… fresco y ventoso, seguirá templado, y al final caliente”. Se pronostica granizo para abril, lluvias copiosas en mayo, fuertes tempestades y granizo en agosto, vientos arrasantes en octubre, y para diciembre nevadas y vientos constipantes.
Así cualquiera, nada más conocido que los aguaceros de mayo y los catarros de invierno, pero ¿granizo en abril? Sin duda en aquel momento el sobrecalentamiento global no tenía seguidores. Después del calendario, este libro incluye cuentos en verso como el titulado “El de la Cruz Colorada” sobre un caballero cruzado medieval.
También ofrecía información científica acerca de “animales microscópicos”, creados por Dios, quien había hecho las cosas
“derramando en la profundidad del espacio millones de globos inmensos que giran con movimientos inmensurables y a distancias asombrosas; ya criando y reproduciendo incansablemente innumerables animalillos imperceptibles a los ojos desnudos y solo visibles con el microscopio”. Se describen como “cuerpos tan pequeños… (habilitados) unos de boca, estómago, corazón, etc., y … otros de órganos para la nutrición y el movimiento”…. “son casi homogéneos”. “En una gota de agua o de vinagre se les ve agitarse en todas direcciones para huir de un peligro, o para agarrar a su presa: cuando observan que se va secando el agua en que viven, a fin de evitar el riesgo mortal que les amenaza, porque se mueren en seco, nadan precipitados buscando agua más profunda, para conservar así la vida; pero si por desgracia se evapora el agua donde viven, se mueren y se secan, ignorados por todo el mundo”.
¿Se imaginan a una bacteria huyendo de los peligros? Y sigue la explicación de estos seres microscópicos con sus divisiones y comportamientos.
El "calendario" incluía temas muy variados y para diferentes gustos: romances, explicaciones sobre la tierra, el universo, los planetas y el zodiaco, una extensa historia y descripción de la Catedral de Puebla, cuentos breves, consejos sobre el lavado y técnicas para pintar al oleo.
Se incluían breves reseñas biográficas de personajes que debieron ser las estrellas del mundo del espectáculo del México de la época: un músico y director de orquesta: Don José Antonio Gómez (n. en 1805), una cantante de ópera, Doña Fernanda Andrade Romero (n. en 1815 y cuyo nombre "artístico" era Fernanda de Ruelas) y una pequeña pianista de 16 años Doña María Dorotea Lozada (n. en 1824).
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Doña Fernanda Andrade Don José Antonio Gómez Doña María Dorotea Lozada
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Y en una publicación dedicada a las mujeres de las familias mexicanas de más influencia social, no podía faltar un apartado para las Modas.
Ese año de 1840 el dictamen de la moda era el siguiente:
“llevaránse los géneros de seda por la mañana, por la tarde, ya se ande de barrio, ya de etiqueta, y a todas las horas. Nada hay de fijo por lo concerniente a su color; multiplícale la moda de los glacés, tornasolados, chinescos, sombreados y diapreados, todo lo cual está más que nunca de boga. Igualmente se llevan vestidos con antiguos encajes. Redingotes con blondas guarnecidas de tafetán de color rosa o azul, peinadores de muselina, y y vestidos de beatilla.
Parece que las elegantes han adoptado para las tertulias vestidos muy escotados, de mangas cortas, lo mismo que el peinado, y para el teatro, corto con pliegues…”
Un dato también curioso es lo referente a las joyas:
“Parece que se ha dado a un completo olvido toda clase de joyas, y exceptuando algunas manillas anchísimas de ori cincelado, collares tejidos de oro, ajustadas al cuello, y agujas llamadas de edad media, no hay nada nuevo en ese género”.
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Traje de Mañana Traje de Paseo Traje de Tertulia |
Al final resultó que esta señorita mexicana de 1840 sí era bonita y tierna.